Por Juana Ramiréz
audio-thumbnail
🎧 Audiocolumna
0:00
/507.504

El pasado 24 de septiembre en la mañanera tuvo lugar el último “Pulso de la Salud”, un espacio de los martes en el que las autoridades del sector, primero reportaban datos relacionados con la pandemia y emitían recomendaciones, para después quedarse como la sección con el fin de informar sobre los avances en la materia.

Hay que reconocerle a este último pulso que fue sin duda un gran reflejo de la gestión del Secretario de Salud Federal Jorge Alcocer Varela, el médico que durante el sexenio del Presidente López Obrador ocupó la máxima posición de autoridad del sector.  Pero, ¿Cuál era la función del Secretario? 

De acuerdo con la página oficial de esta instancia, “La Secretaría de Salud es la dependencia del Poder Ejecutivo que se encarga primordialmente de la prevención de enfermedades y promoción de la salud de la población y su misión es establecer las políticas de Estado para que la población ejerza su derecho a la protección a la salud.” Entre sus responsabilidades están el diseño y ejecución de los programas de asistencia médica, liderar las campañas de salud pública para la prevención y el control de enfermedades y riesgos sanitarios -incluyendo la vacunación-, la operación de las instituciones de salud Federal como por ejemplo los Institutos Nacionales, ser el organismo máximo regulador de la prestación de servicios médicos de las instituciones de salud públicas y privadas, así como de la industria farmaceútica, de dispositivos médicos, cosmética y de alimentos, entre otros, además de administrar el sistema educativo de las ciencias de la salud. En otras palabras, el Dr. Jorge Alcocer era hasta el lunes, el doctor de todos los mexicanos. Ese que debía decidir cuándo y a quienes vacunar, a quienes otorgar una licencia para ejercer la medicina, enfermería o farmacia o a qué establecimientos dar permiso para fabricar un medicamento, tomar una radiografía o realizar una cirugía.

Ahora que está de moda presumir que eres persona de ciencia, a juzgar por su amplio currículo el Dr. Alcocer también le queda el título de “científico”: ha sido director de tesis, es autor de 204 publicaciones científicas y 34 capítulos en libros; ha participado en 395 congresos; ha presentado 245 trabajos y la página oficial de la Secretaría de Salud presume que las citas a sus publicaciones son más de 6 mil. Médico de la UNAM, graduado con honores, internista, reumatólogo, postgraduado en inmunología en Londres, Doctor en Ciencias Médicas, investigador Emérito del Departamento de Inmunología y Reumatología del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. En pocas palabras, un crack al que cualquiera confiaría su salud y cero reprochable que el presidente lo nombrara Secretario.

Sin embargo la crisis de salud que vive hoy el país dista mucho de lo que todos hubiésemos esperado de un hombre de ciencia y es vox populi que ha perdido el prestigio y respeto entre la comunidad médica y científica mexicana y razones hay muchas. En la mañanera del 24 de septiembre, El Dr. Alcocer se limitó a dar un discurso político de adoración a López Obrador: sin datos, sin rigurosidad científica, sin verdades. Describió al Presidente como “un estratega nato, de palabra franca y notable intelecto, aplicado al manejo de la complejidad, de la audacia política y la dedicación a un objetivo: luchar contra la injusticia.” -No me digan que no parece la descripción de Batman o de cualquiera de los demás superhéroes del Salón de la Justicia- Más adelante en su discurso aseguró que “Hemos logrado hacer realidad el ideal de que la población sin seguridad social sea atendida en su salud en forma gratuita, universal, con los médicos, enfermeras, especialistas y la calidad que merecen; que las unidades médicas cuenten con el equipamiento médico necesario, que el abasto de medicamentos y material de curación no falte.” Y aquí sí creo que se refería a Dinamarca. No hubo mucho más. Como en un programa de televisión de bajo presupuesto, dio paso a Zoe Robledo, Director del IMSS que sí presentó datos, resultados, evidencias y hasta videos testimoniales. 

Y es que Zoé Robledo tiene mucho qué presumir porque la inversión en el Instituto Mexicano del Seguro Social para mejorar la infraestructura de la entidad, contratar médicos y enfermeras, construir hospitales, centros de salud y comprar equipo médico, fue muy importante. Como pocos, recorrió el país, visitó sus hospitales y hasta le dio ejemplo de presumir sus hábitos saludables en sus redes sociales, desde las cuales fue siempre activo y cercano. Después del descalabro del Insabi, creo que ha sido una buena decisión entregarle el liderazgo político del IMSS Bienestar, del que también presumió los 23 Estados ya adheridos y las cientos de instituciones entregadas para su integración al nuevo modelo. Tuvo tiempo incluso para dar la cara por su máximo jefe político y explicar en cinco puntos la polémica frase que hiciera en el sexto informe de gobierno, al afirmar que el IMSS Bienestar es el mejor sistema de salud del mundo: Primero, porque se trata de un sistema público y sin participación de prestadores de servicios de salud privado. Segundo, gratuito. Tercero: universal, porque permite atender por igual a los derechohabientes. El cuarto punto, porque es preventivo y cinco: porque es una política de Estado, no una política de estados.

No obstante, la frase de AMLO en su informe de gobierno sigue siendo una mentira, porque ese Sistema de Salud al que se refiere Zoé Robledo todavía no existe. En su informe el mismo reconoció que lograron entregar la credencial que acredita los derechos para 5 millones de mexicanos, aproximadamente un 10% de la población a la que deben llegar. Hoy tenemos un sistema de salud privatizado porque el 52% del gasto en salud proviene del bolsillo de los mexicanos, que ante la falta de atención pública deben atenderse en consultorios adyacentes a farmacias, hospitales y clínicas privadas y comprar sus medicamentos. Está lejos de ser universal, la brecha en infraestructura y recursos es enorme entre hospitales públicos en ciudades principales en comparación con poblaciones más chicas. Preventivo, ni hablar cuando el anterior sexenio nos dejó un triste rezago en la vacunación. Pero política de Estado sí es, así que si se logran convertir esos cinco puntos en ejes rectores y realidad para los mexicanos, tendríamos finalmente un gran sistema de salud. Por ello creo que la presidenta Claudia Sheimbaum acertó al ratificar a Zoé Robledo en el IMSS y cambiar de doctor en la Secretaría de Salud, nombrando al Dr. David Kershenobich.

El nuevo doctor de todos los mexicanos tiene 82 años, es hijo de inmigrantes polacos y tiene una trayectoria impresionante. ​Es médico de la UNAM, con especialidad en medicina interna y gastroenterología del Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán del que años después sería director general (de 2012 a 2022). Es además especialista en hepatología en el Royal Free Hospital de Londres y Doctor en Medicina por la Universidad de Londres. Es sin duda, un científico: son casi 50 años dedicados a la investigación, más de 500 publicaciones, 249 artículos originales que pueden leerse en las revistas científicas más prestigiosas del mundo, además de 113 capítulos de libros. 

Hace algunos meses y ya como parte del equipo de la Presidenta, lo entrevisté para platicar de una de sus más recientes pasiones: la innovación y emprendimiento de base científica y tecnológica. Es un hombre sencillo, carismático y un enamorado convencido de la medicina a la que considera la mejor profesión. Dicen los que saben que un buen diagnóstico no puede asegurar el éxito del tratamiento ni la cura de los pacientes, pero es sin duda el punto de partida necesario. Durante los meses previos a la toma de protesta, el Dr. Kershenobich se dedicó a visitar los hospitales y a escuchar a todos los actores del sistema. Creo que tiene un buen diagnóstico. Tiene también el liderazgo y respeto de los trabajadores del sector. Parece que goza también del respaldo de la presidenta. Recibe un presupuesto recortado, muchas tareas por hacer y en contraste del cariño que los mexicanos tienen por el IMSS, en el caso de la Secretaría de Salud hay una credibilidad qué reconstruir. 

Como comentó otro científico que lo conoce bien, “Ojalá que lo dejen hacer” y yo coincido, porque creo que este doctor puede volver a hacer latir con fuerza el corazón del sistema de salud mexicano.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.