Por Juana Ramírez
Marilyn Cote logró convertirse en personaje célebre, no gracias a los publireportajes que pagó en varios medios de comunicación en los que presumía ser una ilustre neuropsiquiatra multipremiada en todo el mundo mundial, ni a sus poco atractivas publicaciones con fotomontajes en los que posaba junto a un colega médico al estilo de Grey’s Anatomy, o demostraba sus capacidades en las artes marciales, o su formación en el FBI. En realidad fue gracias a la cuenta “Charlatanes Médicos” @CharlatanesMed en X, -de reciente apertura (septiembre de 2024) y con un poco menos de 50 mil seguidores-, que en México y el extranjero supimos del caso de Marilyn Karina Cote Mendieta, una abogada titulada en el año 2000 en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, maestra en Criminalística en el Colegio Libre de Estudios Universitarios y doctora en Psicología en la Escuela Libre de Psicología, que por años decidió ejercer de médica psiquiatra sin serlo, diagnosticar a los pacientes que acudían a su consultorio y prescribir medicamentos controlados usando falsas cédulas profesionales o la de su propio psiquiatra. Cuento de telenovela.
Con el diario del lunes “todos somos campeones” y por ello hoy es común escuchar en la calle frases como: ¡no puedo entender porqué la gente cree en estos personales!, “pero si es tan sencillo como ver sus fotos en redes sociales, ¡se nota que son fotomontajes!” y un largo etcétera.
Pero ¿Qué hace que un paciente llegue con estos falsos médicos, acepte y pague por sus tratamientos? La principal y dolorosa razón es que esas personas en efecto tienen una necesidad de salud física o mental que quieren resolver. Nadie va por gusto al hospital, ni toma medicamentos por placer, ni se somete a cirugías porque sí, todos incluso cuando se trata de tratamientos estéticos, tienen una necesidad qué atender.
Cuando se trata de dolencias agudas, esas que provocan dolor intenso, fiebre o incapacidad para el normal funcionamiento, solemos acudir con prisa a la atención médica. Mexicanos de todas las edades y niveles socioeconómicos acuden frecuentemente a los consultorios adyacentes a farmacias, en los que hoy se genera al menos el 50% de todas las consultas de primer contacto en el país, por ofrecer mayor cercanía e inmediatez que el sector público. Esos mismos pacientes pagan de su bolsillo las medicinas para sentirse mejor, típicamente analgésicos, antibióticos, antihistamínicos y antiinflamatorios. Todos van en busca de una solución rápida y accesible.
Pero si los síntomas no mejoran o bien, se trata de condiciones crónicas que requieren atención quirúrgica o de alto costo, la mayoría acudirá a los servicios de salud públicos dependiendo de su afiliación y/o derechohabiencia. Sin embargo, los tiempos de espera y los problemas de acceso a los servicios públicos son un caldo de cultivo perfecto para quienes ofrecen en las redes sociales e incluso a la salida de los hospitales desde remedios milagrosos y limpias, hasta tratamientos y cirugías que prometen curar.
Para los pacientes con problemas de salud mental las cosas son aún más difíciles. Los servicios de psicología y psiquiatría no están disponibles o están saturados e incluso los seguros privados regularmente no cubren este tipo de consultas ni medicamentos. Además, si bien la medicina no es una ciencia exacta, en el campo de la salud mental es aún más complejo llegar a diagnósticos clínicos sin la intervención de profesionales altamente calificados. Y es que estudiar psicología puede ser incluso insuficiente, porque existen planes de estudio que tienen un enfoque en otros campos de esta profesión, como el laboral o educativo, que no forman a sus egresados para emitir un diagnóstico clínico. No obstante, del lado de los psiquiatras debería ser más simple de validar su competencia, dado que estos cuentan con cédula profesional como médicos y como especialistas en psiquiatría.
Otro elemento no menos importante son las plataformas digitales que conectan a los pacientes con profesionales de la salud. A Marylin Cote varios de sus pacientes la encontraron en Doctoralia México, un famoso sitio web que cobra a los médicos por publicarse prometiendo un incremento en sus consultas y su reputación online, presumen casi 2 millones de citas mensuales reservadas y un tráfico de 11 millones de visitas al mes gracias a su promoción como una plataforma 100% confiable con “los mejores especialistas”.
Las torres de consultorios, un rentable modelo de negocio para los hospitales privados en todo el país, son otro sitio al que frecuentemente recurren los pacientes en busca de atención privada, porque “si está en un hospital, se debe tratar de un especialista certificado y confiable” ¿o no?. Pues los pacientes de Marilyn Cote recibían atención psiquiátrica en su consultorio del Fifty Doctors Hospital en la exclusiva zona Angelópolis en la ciudad de Puebla. Hoy ambas organizaciones solo se limitan a afirmar que no tienen ninguna responsabilidad cada quien con sus argumentos. Y de las farmacias que vendieron medicamentos controlados prescritos por esta mujer ya mejor no hablamos.
¿No se han enterado Doctoralia, Fifty Doctors y las farmacias de la responsabilidad de implica ser un proveedor de servicios de salud? en los últimos días se han escuchado sus débiles voces con razones y excusas y otros andan asustados esperando que la falta de dientes de Cofepris los salve. ¡Sin excusas señoras y señores! El caso de Marilyn Cote es solo uno de muchos usurpadores que se hacen pasar por profesionales de la salud para engañar, abusar, robar y poner en riesgo la salud de las personas. Tan simple como solicitar la documentación y validarla, porque es su obligación. Si no, mejor que cambien de sector.
Por las dudas, aquí les dejo a todos el Registro Nacional de Profesionistas https://www.cedulaprofesional.sep.gob.mx/cedula/presidencia/indexAvanzada.action y el de Especialistas https://conacem.org.mx/ . Si son pacientes, exijan que sus médicos les compartan la cédula profesional y verifíquenla. Si no los encuentran, duden y mejor busquen a alguien más.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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