Por Juana Ramírez
Ejemplos hay de sobra que demuestran que el abordaje de la ciencia aplicada a la medicina ha tenido un enfoque en exceso masculino y que ello tiene consecuencias directas de salud pública que afectan el diagnóstico oportuno, el acceso a tratamientos y la experiencia de atención con un impacto directo sobre la calidad y la vida misma de las pacientes. En la investigación científica históricamente se ha dado más importancia a los estudios realizados en hombres que en mujeres, lo que ha llevado a que muchas veces los tratamientos y medicamentos no sean igualmente efectivos en ambos sexos. Además, las investigaciones sobre enfermedades que afectan a las mujeres habitualmente cuentan con menos recursos financieros porque no generan el mismo interés. En el día a día de hospitales y consultorios, también se observa un sesgo en la toma de decisiones médicas de los mismos pacientes -hombres y mujeres por igual-, pues es bastante frecuente que se otorgue más credibilidad a las opiniones y diagnósticos de los médicos hombres que de las médicas mujeres. En el ámbito profesional los hombres suelen recibir más apoyo y reconocimiento que las mujeres, lo que limita el desarrollo profesional y académico de éstas.
Hoy se conmemora el décimo aniversario del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. En efecto, tan sólo llevamos diez años promoviendo que más niñas se animen a desarrollarse en el campo de las famosas STEM -ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas- y aunque el impacto de lograrlo tiene repercusiones en varios sectores, en la salud de verdad puede salvar vidas. Déjenme explicarles mis razones.
De entrada, las primeras en beneficiarse son las mismas mujeres. Sólo por citar algunos casos, existe ya suficiente evidencia que demuestra que la mortalidad por enfermedades cardiovasculares puede reducirse en las mujeres si educamos al personal de salud sobre las diferencias de género relacionadas con los síntomas de infarto al miocardio. Otro caso práctico es el diseño de dispositivos y fármacos desarrollados sólo para la anatomía masculina resultado de una subrepresentación de las mujeres en estas investigaciones, porque con frecuencia los investigadores consideran que características femeninas como los cambios hormonales pueden alterar los resultados de una investigación, en lugar de considerarlos variables imprescindibles en el análisis. De hecho, el tema es tan “oficial” que a finales de los años 70 la misma FDA recomendaba oficialmente la exclusión de mujeres en edad reproductiva e incluso solteras. Como si lo uno o lo otro no debiese ser por el contrario importantes consideraciones para formular soluciones de salud a la población… por mera estadística ¡Somos el 53% de la población!