Por Karla Iberia Sánchez
Si estabas en la verbena,
y viste policías romper con toletes las ventanas de un camión, estabas en México.
Si el llanto era de miedo… y escuchaste los vidrios caer, pero preferiste seguir comiendo, estabas en Iguala.
Y si viste el cerebro de un adolescente regado
y él aún respirando y te diste la vuelta: tú estabas en Iguala y te callaste.
Y si lloras hoy que te paralizaron los que llamas terroristas: también.
Si te llamaron a una junta y te inventaron que con llantas y brasas no quedará rastro de tí ni de tus cosas, te engañó la verdad histórica: "Uno sabe hacer brasa", me dijo un padre:
"Ud cree que yo les voy a creer que se quemó el metal del cinturón, el teléfono completo?
El hule del huarache no se hace ceniza: se enrosca".
Me quedé muda de dolor:
Quédate mudo, policía que le repartiste a tus amantes los teléfonos de los estudiantes, mientras les quebraban los huesos.
Si tocaste la puerta de la casa para decir "Tu hijo ya no está en este mundo,”,
Si los perseguiste en unas camionetas blancas, tú armado, y ellos casi descalzos, despavoridos...
Si los insultaste y les escupiste y les llamaste maldecidos, malnacido.
Si tu estabas en la Central y no avisaste que el operativo ya estaba fuera de protocolo.
Si estabas de autoridad municipal y no te importó que los pudrieran porque tenías tu evento.
Si te infiltraste y no tuviste compasión de muchachos como tú.
Si corriste peritos por que escribieron lo que no querías.
Si eras de un C4 y editaste los videos.
Si ofreciste una tarjeta, bueno, dos, a los papás.
Si hablaste y diste una pista falsa...
Si recibiste llamadas y llamadas al 066 y no informaste a tu mando...
Si te creíste mando y no humano,
Si le arrancaste la piel de la cara a Julio César Mondragón.
Entonces no mereces tortura, torturador: pero mereces proceso.
Y no ver la luz con la suficiencia que despertaste el 27,
cuando los padres se echaron al monte a buscar a sus hijos.
Y si te llamas sobreviviente cuando tú los presionaste a ir
Y si con eso hiciste carrera política, tu corazón no late a ningún lado.
Porque a ellos los mandaron
Porque habían entrado a la Normal apenas unas semanas antes...
Porque eran estudiantes de primer año.
Porque no iban armados.
Porque preguntaron a unas enfermeras jadeando: "¿Dónde está la salida?"
Porque no conocían Iguala.
La pinta duele. Duélete.
Pero si crees que hay un sólo testigo clave: lee el concierto de los cobardes. Llora.
Y si tocaste la puerta de un papá en Tixtla y le dijiste,:
"Ten dos gramos de tu hijo":
entonces tú también estuviste en Iguala.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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