Por Laisha Wilkins
Recuerdo que hace 15 años grababa en San Miguel de Allende un proyecto, el primer día del corte a comer decidimos ir a un restaurante muy bien reseñado, estábamos sin reservación pero había varias mesas vacías y ya era un poco tarde, pasaba de la hora de la comida, empezamos a sentir que no nos hacían caso que pasaban y pasaban a los extranjeros también sin reservación, antes que a nosotros hasta que por fin nos dieron una mesa; el servicio pésimo, lento, de malas, pareciera nos hacían el favor de atendernos. Me extrañaba, pues había estado ya varias veces antes en San Miguel y el servicio, como en la mayoría del país, era excelente porque si algo sabemos hacer bien en México es dar buen servicio, servicio 5 estrellas. Entonces capté que los gringos, con su cambio de moneda y el mal servicio al que están acostumbrados en su país, no empujan al empleado mexicano a ofrecer calidad en su trabajo, pero sí a esperar unas propinotas que al extranjero en nada duele. Sucedió pues que como a todo cuando se acostumbra a lo fácil ya no interesa nada más.