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Por Laura Coronado Contreras

Héroe, villano, uno de los máximos goleadores de la Selección Nacional, actor, político, tepiteño. Una vez más, Cuauhtémoc Blanco está envuelto en la polémica. A sus poco más de 50 años, una figura trascendental en el imaginario popular. Indudablemente, un personaje que nos ayuda a ver -aunque no a entender- la visión de muchos hombres sobre el deporte, la esfera pública, las mujeres y el poder de las redes sociales. Al igual que el América, divide opiniones: en su propio partido, las legisladoras han cerrado filas para no permitir el camino fácil. Su petición era clara: que, como el resto de los mexicanos, demuestre su inocencia -si es que lo es- sin acogerse al fuero.

 

“Lo arrastré como lo que es, un gato; lo dejé como un perro”, “mejor ponte a lavar platos”, “nada más quiero que le digan que yo soy el mejor jugador de México, así de sencillo. No me gusta hablar, sólo humillarlos dentro de la cancha” son frases “inmortalizadas” de su época de futbolista. ¿Ya eran rasgos inequívocos de su temperamento? ¿Una normalización del lenguaje de un personaje violento?

 

“Soy tan buena gente y me saco fotos con todo el mundo”, “yo vengo desde abajo”, “todo lo que tengo me lo he ganado con esfuerzo” son sus declaraciones ante denuncias sobre malos manejos, irregularidades, cercanía con delincuentes. Por desgracia, lugares comunes de gran parte de la clase política de nuestro país. Salvo cuando la narrativa cambia ante la información sobre una tentativa de violación a su hermana y, posteriormente, un video sobre lesiones a su esposa. Las redes lo han convertido en un “trending topic”: una cosa es ostentarse como “un chico de barrio” o saltar entre tres partidos políticos y, una muy distinta, ser un agresor.

 

En México, el término de “Lord” se utiliza en redes sociales para señalar a personas que exhiben conductas prepotentes, arrogantes, inapropiadas. Ellos son los que protagonizan situaciones públicas que se consideran reprobables. ¿Podríamos catalogar aseveraciones como “aquí está papá” como una de ellas? ¿Bastará con alguna otra frase para que colectivos, oposición, aficionados, mujeres olvidemos la denuncia de una persona agredida en su propia casa?

 

Como si fuera una “temoseñal” o una “cuauhtemiña”, el exjugador trató de desviar la atención y aprovecharse de otro escándalo. Un conductor de Uber fue acusado falsamente de acoso por una pasajera (Lady Uber). Ante ello, consideró oportuno mencionar que presentaría una iniciativa para “proteger a los hombres de las difamaciones” porque “me tengo que defender” ante “señalamientos falsos” y “una guerra sucia”. ¿Cómo es posible equiparar su acusación frente a una situación totalmente diferente?

 

El “discurso” de Cuauhtémoc Blanco es imperdible: trata de cambiar la narrativa y lograr la empatía de ciertos sectores. Lamentablemente, ha logrado en su bancada el apoyo de quienes dicen “no exonerarlo” sino “desechar la procedencia de su desafuero”. Con ello, el diputado federal -quien llegó a la curul a través de una lista plurinominal- no seguirá un proceso judicial pero las redes pueden buscar justicia frente “al carpetazo” y una vez más el pretexto de “que estaba mal armada la carpeta”. 

 

¿Una acusación tan delicada no debería tener seguimiento? ¿Si es inocente no sería preferible demostrarlo ante las autoridades y los propios ciudadanos? ¿Una falla en el proceso es suficiente para eliminar la gravedad de una denuncia sexual de un hombre con todo el poder político detrás de él?

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