Por Laura Manzo

Una gran parte del mundo no está preparada para la inclusión, pero no lo sabe. Una parte del mundo cree que es inclusiva y liberal, pero no es cierto. Es esa parte del mundo que no suele tomar partido, que no hace mucha alharaca por las circunstancias, acciones o gobiernos que no hacen valer los derechos de las personas, de las mujeres o de los grupos minoritarios.

Es esa parte del mundo que entiende a la ligera, que debate con los argumentos obtenidos en minutos de TikTok. Es esa parte del mundo la que siempre nos debe preocupar más porque, en realidad, es la más vulnerable.

Luego, están otras partes del mundo: a la que le cuesta ser inclusiva y sí lo sabe, y sí lo admite; y también la que no quiere ser inclusiva y sí lo sabe. Y ahí dentro, hay una sección de extrema derecha que bien conoce los huecos de conocimiento y de criterio de la parte que no sabe que no es inclusiva y de la que no quiere ser inclusiva, y que con frecuencia los aprovecha para mantener y alimentar su poder.

El viernes pasado, durante la ceremonia de inauguración de los JJOO París 2024, ambas partes, no importa quién primero en esta ocasión, percibieron a esta representación draga como una burda burla y una agresión al cristianismo.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.