Por Leticia Bonifaz
El sábado pasado, se difundió la noticia del fallecimiento de la historiadora Enriqueta Tuñón Pablos. Sentí tristeza por su partida, pero también porque nunca tuve la oportunidad de conocerla personalmente. Sí a su hermana Esperanza a quien, por trabajar en el Colegio de la Frontera Sur, tuve la fortuna de conocer en San Cristóbal de las Casas. Julia es la otra hermana. Las tres se han dedicado a rescatar historias de mujeres.
Me acerqué a Enriqueta a través de sus libros. Uno en particular fue clave: ¡Por fin… ya podemos elegir y ser electas! El libro, recién editado por el INAH, llegó a mis manos cuando, desde la Escuela Judicial del Tribunal Electoral, preparábamos la conmemoración del otorgamiento del voto de la mujer para 2003. Se cumplían 50 años. El libro de la doctora Tuñón no sólo era el único del que se podía abrevar para conocer detalles sobre el largo proceso de conquista de ese derecho, sino que daba la pauta para nuevas líneas de investigación por la amplitud con la que el tema fue abordado.
En aquel momento, por primera vez en mi vida, entendí por qué era necesaria la historia con perspectiva de género. Cómo se hacían visibles mujeres que ni siquiera sabíamos que habían existido porque estaban borradas de la historia oficial. Tal vez la más importante, Hermila Galindo, la feminista que fue secretaria particular de Carranza y que empezó a ser conocida a partir del libro de la doctora Tuñón. Hoy, la imagen de Hermila está en el billete de mil pesos y su historia es un poco más conocida después de haber estado oculta durante décadas.
Después me enteré de que el libro de la Doctora Tuñón, nacida en México el 6 de noviembre de 1945, fue su tesis doctoral en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. La tesis llevó por título: “El otorgamiento del sufragio femenino en México.” Se trata de un libro que excavó en lo más profundo de los archivos y seleccionó partes fundamentales para entender el proceso de búsqueda de la ciudadanía en nuestro país, desde el frustrado intento en la época de Cárdenas hasta el logro en 1953 con Ruiz Cortines. El libro contiene las discusiones que se dieron en cada momento histórico y los argumentos cargados de estereotipos sobre los espacios, roles y responsabilidades que supuestamente correspondían a las mujeres. Aparecen los nombres de los diputados conservadores más reacios al cambio y también de los progresistas que acompañaron el largo camino de mujeres como Amalia de Castillo Ledón y Margarita Robles de Mendoza.
La doctora Tuñón ya había participado en una publicación colectiva en 1987 que se llamó Presencia y Transparencia; la mujer en la historia de México. También, como hija de exiliados españoles, escribió junto con Concepción Ruiz Funes, Palabras del Exilio 2, Final y comienzo: el Sinaia. El trabajo fue parte del proyecto Historia de los refugiados españoles en México que coordinó el INAH.
Asimismo, en 2018 publicó el libro “Varias Voces, una historia… mujeres exiliadas en México. Archivo oral de refugiadas”, que fue un proyecto iniciado por Eugenia Meyer y que tuvo como material a procesar 120 entrevistas con 800 horas de grabación y 27000 páginas transcritas.
Enriqueta fue pionera en el rescate de vidas y obras de mujeres invisibilizadas. Fue paciente, escrupulosa, dedicada y generosa. Sus investigaciones ya han rendido muchísimos frutos y seguirán siendo aprovechadas por jóvenes investigadoras que siguen sus pasos. Deja una huella profunda. La mejor manera de honrarla es adentrarnos en su trabajo y agradecerle el tiempo dedicado a su obra. Las mujeres rescatadas por Enriqueta volvieron a vivir, volvieron a estar entre nosotras, como lo estará ella en nuestra memoria individual y colectiva. Descanse en paz.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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