No voy a hablar de Opinión 51. Voy a retroceder 134 años para llegar al 4 de diciembre de 1887, cuando apareció el primer número de Violetas del Anáhuac, periódico fundado por Laureana Wright González.
Una compilación de las entregas de esta obra fue recientemente adquirida por la Secretaría de Relaciones Exteriores y se encuentra disponible para consulta en el acervo histórico de la Cancillería.
Laureana Wright nació en 1846 en Taxco, Guerrero. Su padre, Santiago Wright, fue un inversionista minero estadounidense que conoció a su madre, Eulalia González, ahí en Taxco. La familia se trasladó a la Ciudad de México y Laurena recibió una educación esmerada que era un privilegio de clase. Aunque durante el gobierno de Juárez se había impulsado la educación para las mujeres, ésta seguía siendo diferente en contenidos para los hombres y la instrucción dependía en gran medida de lo que se reviviera en casa.
Laureana, desde muy joven, buscaba espacios para publicar sus escritos. Algunos de ellos, de contenido político, la colocaron en una situación de riesgo porque el presidente Manuel González los consideró una afrenta a su gobierno. Laureana fue apoyada por escritores de la época como Manuel Acuña e Ignacio Ramírez, El Nigromante. A pesar de los embates en su contra, lejos de intimidarse y de cejar en su propósito de publicar lo que pensaba y sentía, decidió convocar a otras mujeres a unirse a su proyecto, que inicialmente se llamó Hijas del Anáhuac y, posteriormente, Violetas del Anáhuac. En el primer número se lee:
“¿Por qué si el hombre puede manifestar públicamente su inteligencia y la mujer ha de estar privada de hacerlo, habiendo como hay mujeres cuyos talentos igualan a los de los hombres?
“Ya no es mal visto que la mujer escriba y exprese sus sentimientos por medio de la pluma, y nada más justo, porque cuántas jóvenes hay que, careciendo de una amiga íntima o de un ser a quien manifestarle con confianza los sentimientos de su corazón, deciden expresarlos de alguna manera porque sólo su alma egoísta se conforma con gozar o sufrir sola y, en esos supremos instantes de felicidad o desgracia en que nos encontramos aisladas, grato es tomar una pluma y transmitir al papel las emociones que nos dominan”.
Antes del esfuerzo de Laureana Wright, según lo ha documentado Elvira Hernández Carballido, “algunas publicaciones periodísticas abrían secciones especiales para damas con materiales que consideraban adecuados para ellas”. “Hubo publicaciones exclusivas para mujeres escritas en su totalidad por hombres”. Tal sería el caso de El calendario de las señoritas mexicanas de Galván (1838) o el Presente amistoso dedicado a las señoritas mexicanas (1847-1852) de Ignacio Cumplido o el semanario El álbum de la mujer de 1883.
En el periódico Violetas del Anáhuac se publicaba poesía, se hablaba de historia, de literatura y del acontecer político. Se denunciaba la desigualdad salarial y se hablaba insistentemente del derecho a la ciudadanía.
El propósito del periódico también era visibilizar a otras mujeres que habían dejado huella en la historia. Por ello, Laureana Wright se dio a la tarea de “rescatar la vida de mujeres mexicanas notables” e incluyó más de una veintena de semblanzas, entre las que se encontraban: Sor Juana Inés de la Cruz, Isabel Prieto de Landázuri, Dolores Guerrero, Ester Tapia, Gertudris Tenorio, Ángela Peralta, Leona Paliza, Emilia Beltrán y Puga y Carmen Romero Rubio, entre otras. Muchos nombres volvieron a quedar en el olvido avanzado el siglo XX.
La apuesta al futuro lleva un mensaje que, sin duda, logró trascender:
“Todavía no se puede colocar nuestro periódico en el número uno de los otros muchos que honran la prensa mexicana, pero quizás más tarde (…) se recordará con placer que unas pobres hijas de México, deseosas del progreso de su país, no descuidaron, aun a costa de muchos sacrificios, contribuir con sus humildes líneas para lograr en su patrio suelo esa regeneración sublime del sexo femenino que se llama la emancipación de la mujer… Tal vez, dentro de algún tiempo, habrá otras jóvenes que siguiendo nuestro ejemplo se lancen al difícil camino del periodismo…”.
El lenguaje florido, propio de la época, está presente en este periódico, que, aunque sólo se publicó durante año y medio, marcó un hito en la historia del feminismo en México.
Nuestras ancestras abrieron una brecha que fue fundamental para la construcción de la autopista –no exenta de obstáculos– por la que hoy juntas y felices transitamos.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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