Por Liliana Alvarado
Hace ya casi cuatro meses fui víctima de un robo de identidad. Me enteré tras recibir una serie de avisos en mi correo electrónico en los que se confirmaba la realización de altas patronales ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). En un primer momento pensé que los correos eran apócrifos, pues para mí no tenían ningún sentido y en el pasado ya había recibido correos falsos de parte del Servicio de Administración Tributaria (SAT), Correos de México, la Fiscalía General de la República, Amazon, Microsoft, entre muchos otros. Como de costumbre, intenté verificar la validez de las comunicaciones antes de borrarlas.
Para mi sorpresa, en esta ocasión los correos atendían a movimientos que efectivamente se hicieron sin mi consentimiento ante el IMSS y otras dependencias. En resumidas cuentas, no solo se realizaron las altas patronales, sino que también se creó a mi nombre una empresa del tipo Sociedad por Acciones Simplificadas (SAS), de esas que, conforme a la misma página de la Secretaría de Economía, se constituyen en 24 horas, de forma gratuita, por medios electrónicos, y sin intervención de notario público.
En un “abrir y cerrar de ojos” me encontré involucrada en una situación extremadamente grave. No se necesita mucha astucia para saber que en este país se crean todos los días empresas con el fin de realizar fraudes. ¿Quién no ha oído de las empresas fantasma que se utilizan para emitir facturas falsas, lavar dinero, contratar créditos bancarios o desviar recursos? Instantáneamente, vino a mi mente la posibilidad que la empresa de la que me hicieron socia y representante legal podría efectuar todos esos delitos en paralelo. Las preguntas que me hacía en un inicio, presa de la desesperación, eran: ¿qué se hace en estos casos? ¿Cómo pruebo mi inocencia? ¿Quiénes son los expertos en la materia? ¿Cómo borro los registros patronales y obligaciones generadas? Pensaba en voz baja: “necesito ayuda”.