Por Liliana Alvarado
Mi papá tiene un hermano y dos hermanas. La tía Cristi, como nos referimos a ella de cariño, siempre ha sido muy cercana a mi. Entre otras cosas, porque es nuestra vecina y la frecuentamos con regularidad. Recuerdo que de niña, algo de lo que más nos ilusionaba a mi hermana y a mi era ir a su casa y jugar al “avión”.
Para esa actividad teníamos todo lo que las auxiliares de vuelo de la época requerían (mascadas para el cuello, pins para la ropa, mascarillas de oxígeno, cinturones de seguridad, entre otros), debido a que el tío Gorki, esposo de mi tía Cristi, fue capitán de Aeroméxico durante 36 años. Por la naturaleza de su trabajo estaba poco en su casa, sin embargo, cuando coincidíamos le daba mucho gusto verme y desde entonces me llama “pingo”, pues en su opinión yo era una niña muy traviesa.
Mi tío ahora tiene 84 años y desde hace aproximadamente tres requiere cuidados constantes. Mis tres primas viven fuera de México desde hace varios años y, en consecuencia, el cuidado de mi tío ha recaído enteramente sobre mi tía, quien casi al mismo tiempo empezó a mostrar manifestaciones de Parkinson.