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Por Liliana Mejía

Hace unos meses tuve que viajar a Londres y aproveché para pasar el fin de semana en París.  Decidí tomar el Eurostar que es el tren que va desde el centro de Londres al centro de París.  Mientras el resto del grupo con el que viajaba, pedía un taxi al aeropuerto para tomar un vuelo de regreso a México, yo lo hacía para ir a la estación St Pancras. Este simple evento me hizo sentir totalmente empoderada y orgullosa del pleno ejercicio de mi libertad de poder hacer un viaje como este sola. Poco sabría yo en ese momento, que ese viaje me daría espacio para la reflexión que comparto en esta columna.

Casualmente, ese fin de semana se jugarían las semifinales en París de la Copa Mundial de Rugby y jugarían Argentina contra Inglaterra, así que el tren estaba lleno de aficionados de ambos países.  En el vagón en el que yo viajaba, enfrente de mí, se sentaron dos señores argentinos que empezaron a hablar de mí, asumiendo que yo no hablaba español.  Yo, en mi actitud “ empoderada” escuchaba con curiosidad mientras pretendía estar leyendo.  El diálogo entre ellos fue el siguiente:

Argentino 1: “Che, esta mina está linda”- refiriéndose a mí.

Argentino 2 “ En su categoría”.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.