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Por Lillian Briseño

Este año se cumplen tres décadas del que ha sido, quizá, uno de los años más convulsos en la historia reciente de México desde el punto de vista social y político.

Citando a lo que dijera la Reina de Inglaterra en otro contexto, para México 1994 fue un annus horribilis y, sobre todo, para el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, quien -se decía- acarició incluso la idea de la reelección dados los supuestos buenos resultados que presentaba el país ante el mundo hasta entonces. 

Y no era para menos.  Se había logrado revertir o controlar una crisis económica que golpeaba a México al menos desde los últimos dos sexenios; se vivía y sentía un ambiente de recuperación manifiesto en inversiones en diversos sectores y capitales que llegaban al país aprovechando los altos intereses que se pagaban, y Solidaridad se había convertido en uno de los programas sociales más importantes y exitosos de la historia, dejando atrás a la ya obsoleta reforma agraria que pertenecía a otra época.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.