Por Lillian Briseño
El 20 de noviembre se celebra el 123 aniversario del estallido de la Revolución Mexicana, cuyos principios definieron buena parte del siglo XX. Basta con recordar que el trinomio PRN-PRM-PRI, que es el mismo gato pero revolcado, gobernó a México desde 1930 hasta el año 2000, y de 2012 a 2018 nuevamente. Su presencia en el imaginario político del país está más que arraigado y, al tiempo que se le asocia con algunos logros durante su larga estadía, también ha dado lugar a que se le considere un periodo pleno de corrupción, amiguismo y clientelismo.
Pero lo cierto es que la Revolución Mexicana sí sirvió para tratar de dar a la población, al menos en la ley, una justicia que no había logrado desde su independencia. A su término, se firmó una constitución que recuperó los ideales que movieron a decenas de miles de mexicanos para irse “a la bola”, en aras de intentar mejorar sus condiciones de vida. Los testimonios en los que se narran las precarias condiciones del pueblo son múltiples y sabidos.