Por Lillian Briseño
Como muchos mexicanos, bueno, como una de los casi 12 millones que vimos el primer debate entre el y las candidatas a la presidencia de México, tuve una lectura propia de lo que me pareció el ejercicio, y también estuve atenta a los comentarios y la opinocracia electoral que se desató al finalizar y en los días que han transcurrido desde entonces.
Creo que muchos coincidimos en que, más allá de lo dicho por cada uno de los candidatos, la percepción general fue que Claudia Sheinbaum se había llevado la tarde siendo disciplinada y sin perder su objetivo de mantener el discurso que ha venido repitiendo desde que iniciaron las campañas. No se enganchó con los ataques constantes de sus contrincantes, si acaso por ahí tuvo su desplante espontáneo cuando contestó a Xochitl que se presentaran las pruebas en contra de quienes habían delinquido, pero en general aguantó vara y mantuvo su discurso.
Xóchitl fue la gran sorpresa, pero no por los motivos correctos. Se vio rebasada en el debate, poco preparada, sin capacidad de respuesta e incluso alterada por momentos. En general muy nerviosa. Y si bien hacia el final de la contienda logró corregir un poco su desempeño, no fue lo suficiente para revertir la impresión que causó.