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Por Linda Atach Zaga

Mi silencio no me protegió. Tu silencio no te protegerá.

Audre Lorde, escritora y activista.

Todo se hace costumbre. También el regreso a la intolerancia, el rechazo a los cambios y atentar en contra de derechos que, para ver la luz, tuvieron que atravesar un largo y doloroso camino. En México hoy manda la prisa; una prisa que se vale de cuanta treta encuentra para aprobar iniciativas en “fast track”, pasar por encima de las instituciones hasta eliminarlas y festejar sus imposiciones, dividiendo los ánimos.

Sin quererlo, pero a través de normalizar lo inaceptable y permanecer en nuestra zona de confort por creer que una voz no es suficiente, nos hemos acostumbrado a una clase política que barre con acuerdos y deroga leyes como si estas no tuvieran importancia, ni historia. El problema de estas agresiones y la permisividad con la que las enfrentamos, es que al volver la vista atrás, lo único que conseguiremos será un arrepentimiento colectivo.

A pocas semanas del fin de un sexenio que se caracterizó por menospreciar muchos de los avances que lo precedieron, las amenazas a la ley de Interrupción Legal del Embarazo (ILE) deberían ser un llamado de atención para no bajar la guardia. Si en verdad estamos a favor de un futuro justo, seguro y humano, no podemos consentir un sólo retroceso más.

La despenalización del aborto en la Ciudad de México en 2007, su réplica en 14 entidades federativas y el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 2023 para despenalizar el aborto a nivel federal por que “viola los derechos humanos de las mujeres y personas con capacidad de gestar”, forman parte de los hitos más significativos en el país sobre libertad y derechos, pero también en referencia al rol de las mujeres en la sociedad. 

Resulta complejo derribar creencias y abrirse a otras nuevas, cuando la historia y los imaginarios colectivos nos han marcado con la idea de que la procreación responde más a las decisiones de los que rodean a la mujer y no a su determinación, circunstancias, posibilidades y facultades o no, de ser madre.

Todavía hay lugares en México en donde el cuerpo y la integridad de las mujeres es lo que menos importa: primero está el macho fecundador, después los padres, la familia, los amigos, la religión y, por último, un sistema legal representado por personajes incapaces de empatizar con la realidad de las mujeres que toman la determinación de abortar.

Lo sucedido en Aguascalientes hace unos días ejemplifica lo recién dicho. Parece increíble que después de tanta lucha, el congreso del estado anule la resolución de 2023 y disminuya de doce a seis semanas, el tiempo para interrumpir el embarazo de forma legal. Aún más que el desacato de esta norma implique entre uno y tres años de prisión. 

Para evitar que iniciativas como la de Aguascalientes se repitan, es preciso tener en mente que la interrupción del embarazo es un evento desgarrador, no obstante, el trance se vuelve más digno cuando se hace dentro del marco de lo legal y con atención sanitaria y emocional. Nunca será igual el caso de una mujer que decide abortar al amparo de la norma en una clínica oficial en la CDMX, Puebla, o Veracruz a los de tantas menores de edad criminalizadas por interrumpir embarazos producto de violaciones en la clandestinidad y arriesgando su vida.

A pesar del sombrío escenario nacional que replica los retrocesos en el tema del aborto legal de Argentina y el Estado de Florida en los Estados Unidos, no puedo dejar de expresar la confianza que, por el sólo hecho de ser mujer, le tengo a Claudia Sheinbaum y si bien nos queda claro que ella aún está atada a AMLO y respalda cada una de sus disposiciones, incluido el uso de la confrontación y los dicursos de odio, la presidenta electa tiene hijos y sabe muy bien lo que siente una madre. Claudia se ha preocupado por un hijo con fiebre o hambre y seguramente podrá comprender el hecho de que una mujer en condiciones de miseria decida interrumpir su embarazo por la imposibilidad de alimentar y atender a un pequeño más. 

Así, entre las tareas pendientes que la nueva líder tiene con la nación está la de empatizar y conectar con las mujeres. Pudo haberlo hecho desde su lugar como Jefa de Gobierno, aunque desaprovechó la oportunidad. Esperemos que, como la primera mandataria perteneciente al género femenino, ávida del conocimiento y formada en las ciencias, Claudia voltee a vernos y nos ofrezca soluciones. Si no lo hace a tiempo se va a arrepentir.  

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@lindaatachz

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