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Por Linda Atach Zaga

“El que no quiera ver fantasmas que no salga de noche, 

si uno entró a este oficio es porque es lo único que quiere en la vida

y debe arrastrar las consecuencias.”

Miguel Ángel Granados Chapa

 

Mi solidaridad y aprecio para Yohali Rezéndiz.

Es inaceptable que en nuestro país lo más vigente sea la violencia que nos ha lastimado durante los últimos sexenios, pues lejos de haberse erradicado, se regenera con la fuerza de una bacteria que no se deja matar.

Hoy, nos duele un México diezmado por la desaparición de personas, el Feminicidio y la violencia de género, pero también la naturalización de las amenazas, la censura y la muerte a periodistas por investigar lo condenable, informar y buscar con ello el cambio que todos anhelamos. 

Hace poco más de 10 años, inauguramos en el Museo Memoria y Tolerancia, la exposición titulada “¡No nos callarán! Las batallas por la libertad de expresión”. Puesta en marcha gracias a la colaboración del museo, Propuesta Cívica, Freedom House, Darío Ramírez, en aquel momento director de Artículo 19, el Dr. Sergio Aguayo, Ignacio Vázquez Paravano, Jacobo Dayán y una servidora, la muestra reflexionaba sobre el silencio forzado, cuando invitaba a los visitantes a amarrarse una mordaza de tela blanca en la boca con el fin de que atestiguaran, apenas por el tiempo del recorrido, la frustración que siente quien no puede decir o gritar por miedo a las amenazas que se ciernen sobre su vida y futuro.

Muy atenta a su momento, -se inauguró en 2013-, pero también a la historia de la censura en nuestro país, la exposición abría con el famoso cartón negro, que a propósito de la noche de Tlatelolco publicaba Abel Quezada el 3 de octubre de 1968, reproducía la fachada incendiada de la sede del periódico El Siglo de Torreón e incluía innumerables referencias de una prensa cada vez más mutilada y obligada a firmar artículos bajo la autoria de “la redacción” por temor a represalias e intimidaciones, también algo muy normal en nuestros días.

Además de explicar el lugar de la prensa como símbolo de la democracia y la necesidad de la libertad de expresión en el ejercicio de los Derechos Humanos, el recorrido profundizaba  en los asesinatos de Manuel Buendía Tellezgirón (Ciudad de México-1984) y Regina Martínez Pérez (Veracruz-2012), en aquel tiempo casos emblemáticos de la violencia y la intimidación, ahora, un número más en el frío registro que no termina: ¿Quién iba a decir que ahora las cifras nos rebasan y la muerte de periodistas es cosa de todos los días?

Comprometida con el tema de la tortura que obliga a los periodistas a ocultarse, e incluso huir de sus hogares y países en busqueda de seguridad, la exposición dedicaba un espacio al amedrantamiento y la detención de Lydia Cacho, sin dejar de celebrar y anhelar que la creación del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de 2012,  transformara la realidad de los reporteros en nuestro país.

A más de diez años del profético llamado que supuso la exhibición “No nos callarán”, es demoledor reconocer que más que avanzar, el retroceso nos impide ver la luz: de acuerdo con Artículo 19, son más de 160 los periodistas asesinados en México desde el 2000. Sólo durante el sexenio de Andres Manuel López Obrador perdieron la vida 47. 

 

Con el propósito de honrar a Yohali Reséndiz y a todos periodistas que viven para informar, recupero algunas de las consignas de la carta que la exposición dirigía al entonces presidente, Enrique Peña Nieto: 

“Pasan los días, los meses y los años y el Estado mexicano sigue mostrando su incapacidad para evitar que se intimide, amenace, hiera, asesine y desaparezca a las y los periodistas mexicanos, un gremio amenazado y dejado a su suerte. La impunidad es una constante en las agresiones a la prensa. Con frecuencia se hacen declaraciones, se anuncian programas y se aprueban presupuestos sin que se detenga la agresión contra las y los periodistas. Una mancha de silencio se va extendiendo por el país. Ante esta situación, las y los abajo firmantes, solicitamos a ustedes: menos retórica y más eficacia.”

Las palabras sobran y las soluciones urgen. Ojalá nuestra presidenta lo entienda.

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@lindaatachz

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