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Por  Linda Atach Zaga

“Para nosotras, lo virtual es real, no necesitan penetrarte para violar tu cuerpo. Cada vez que comparten packs y nudes, sin autorización sirve para el acoso, persecución, burla, humillación o escrutinio ciudadano, no por algo público, sino por la intimidad de las mujeres, por su vida privada, por su sexualidad.”—Olimpia Coral Melo

La pornovenganza es una de las formas más destructivas de la violencia hacia las mujeres y tiene alcances inimaginables. Muy distinta a otras agresiones que usan las amenazas, tocan el cuerpo o buscan controlar la vida de la víctima, la violencia digital pone en evidencia lo más personal e íntimo, porque además de al exhibir el cuerpo y matar emocionalmente a la víctima las miles o millones de veces que esta es vista en el universo de las redes, se lleva su integridad y esencia, condenándola a un dolor y traumas muy difíciles y en muchos casos, imposibles de superar.

Empecemos por la desilusión. No hay nada peor que el engaño de quien más amas y que supuestamente te debe corresponder y cuidar. A los 18 años Olimpia Coral Melo decidió establecer una relación íntima basada en el amor y la confianza y fue traicionada por su machista pareja que, sin la más mínima decencia, respeto por la vida y el futuro de ella, la despreció difundiendo un video de ambos en pleno acto sexual.

Obviamente las imágenes sólo dejaban ver el cuerpo de Olimpia, con el rostro y las emociones de una chica apenas adulta decidida a consagrarse amor o al gozo o a lo que fuera, pero que merecía el respeto de ver segura su intimidad.

Te pido empatizar o sólo imaginar lo que esta agresión causó en la joven: ¿Alcanzas a sentir su decepción y su miedo? ¿Puedes entender lo que significó para ella continuar cuando después de los posteos empezó a sufrir amenazas, acoso y el desprecio de casi todos sus conocidos?

Creo que no. O por lo menos yo no soy capaz de sentir y mucho menos imaginarme atravesando esa violencia, ni dando la cara. Ni respondiendo de la valiente manera en que ella lo hizo.

En un principio, Olimpia vivió inmersa en la culpa y el arrepentimiento. También pasó por una severa depresión y trató de quitarse la vida en varias ocasiones. Hasta que, de cuestionamientos tales como ¿Por qué me hizo esto? ¿Cómo pude confiar en él? o ¿Qué va a ser de mí?, comprendió que no había otro camino que cambiar su destino y el de muchas otras como ella buscando justicia, gritando no a la impunidad y proponiendo leyes para combatir la violencia digital.

Fundadora de “Mujeres contra la Violencia de Género” y el “Frente Nacional para la sororidad”, Olimpia no dejó de luchar hasta conseguir la puesta en marcha de la Ley Olimpia (2018), una norma con la facultad de señalar la violencia digital y sancionar hasta con seis años de prisión a quienes difunden materiales íntimos sin el consentimiento de los participantes. Y eso apenas fue el principio.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.