Por Linda Atach
“América está abierta para recibir no solo al extranjero opulento y respetable, si no también a los oprimidos y perseguidos de todas las naciones y religiones”
George Washington
Si tuviera que describir la orfandad en una sóla palabra, pensaría en el desamparo. De hecho, elegí este término por su capacidad para aclarar el vacío que experimentan quienes crecen sin padres, vulnerables al abuso y presas del dolor que otros desconocen por el sólo hecho de haber sido amados y protegidos.
La orfandad de patria también es desamparo. En 1942, Albert Camus dejó plasmado este sentimiento y lo hizo universal a través de la historia del extranjero Meursault, un pasivo franco-argelino, tan curtido por el sufrimiento y la sensación de pérdida, que era incapaz de sentir, pero también de vivir, amar y creer. Es importante tener presente que el desarraigo es la mejor arma para sembrar la falta de compromiso.