Por Linda Atach
“El papel del artista es hacer preguntas, no responderlas.”
Anton Chejov
Me encantan las ferias de arte. También las ciudades repletas de instalaciones, happenings y los turistas de todo el mundo sumándose a la ilusión. Las sigo desde que me acuerdo y cada vez las gozo más, no me importa que los recorridos sean extenuantes, ni atravesar de extremo a extremo la ciudad. Tampoco me conflictúa que las habiten esos seres guapos y casi siempre vestidos de negro llamados galeristas y las controle un mercado de arte que determina el gusto y la creación. Apoyo las ferias de arte por que, a pesar de las tendencias, los estudios financieros y las invitaciones de los museos que muchas veces restringen la inspiración de los creadores, siempre aparecen los artistas que defienden su vocación y hacen del arte el más fiel testimonio de su tiempo.
Como otros peregrinos en búsqueda de novedad, acabé en la Galería Kurimanzutto, donde me abrí paso entre los conocedores, para volver a sorprenderme con la obra de un Gabriel Orozco que no se cansa de explorar y proponer nuevas lecturas de la realidad.