Por Linda Atach
"La voz tiene poder, la gente escucha cuando hablamos; no se trata de combatir el terrorismo con la violencia sino con las palabras"
Malala Yousafzai, Recibimiento del Premio Convivencia.
Por más vueltas que le doy, el mes de marzo y en especial el día 8, despiertan en mí sentimientos encontrados.
Por un lado, está el ejemplo de lucha y la voluntad de las mujeres que nos abrieron el camino, la urgencia por ejercer la sororidad y la necesidad de promover, a través de las exposiciones temporales que realizo desde años, el conocimiento, el respeto, la seguridad, la no discriminación y la equidad para las mujeres. Por el otro, siento recelo y un abierto rechazo a la violencia que muchas necesitan para exigir lo que merecemos.
Ojo: no me mal entiendan. Comprendo el dolor de las madres de víctimas de feminicidio por que he estado cerca de ellas, también las fracturas emocionales que soporta una niña criminalizada por abortar el fruto de una violación y aún así no veo más camino que la militancia dirigida al diálogo y la negociación.
Sé que lo que escribo puede ser frustrante y seguramente algunas de las personas que me lean pensarán que propongo la vía del acuerdo porque no comprendo la vulnerabilidad y el riesgo que viven las mujeres en nuestro país, pero parto de los hechos y el aumento de la violencia de género demuestra que no lo hemos hecho de la mejor manera. Nuestras niñas y jóvenes merecen una inspiración más efectiva que nada tiene que ver con el sometimiento o la sumisión, si no con la inteligencia natural de las mujeres y nuestra capacidad para pactar, crecer y conseguir un alto a la impunidad.
Estar cerca de la historia ayuda. No se debe dar por hecho que los avances en el campo de los derechos de las mujeres han costado décadas, por eso levantar la voz es crucial, aunque las formas son importantes. Las marchas llenas de furia, insultos, pintas, golpes y la destrucción de espacios públicos y privados, sólo generan más violencia y nos descalifican. El odio procura más odio, por eso tenemos que darle la vuelta.
Es primordial que entendamos que el feminismo no nació ayer y que si bien marchaban, las mujeres también se organizaban, discutían y presentaban planes de acción; sólo así consiguieron incidir en la ley. Basta recordar que la lucha por el voto que culminó en 1953, tuvo como antededente el Primer Congreso Feminista de 1916 e implicó un proceso de casi cuarenta años de lucha, retrocesos y victorias significativas.
Si tuviera que diagnosticar nuestra situación como mujeres mexicanas, me atrevería a afirmar que no hay legislación que sirva sin que la sociedad la acepte y actúe en consecuencia: ¿Qué lugar podrán tener las leyes de equidad laboral, perspectiva de género y la tipificación del feminicidio en un día a día machista, misógino y cada vez más violento? ¿Cómo vencer la impunidad en un país que desprecia la vida de las mujeres al grado de permitir entre 11 y 12 feminicidios cada día?
Es en este momento cuando debemos aparecer las militantes que educamos y perseguimos la igualdad y la justicia desde la academia, la ley, la casa y la escuela.
Consignas como “¡Somos malas, podemos ser peores! ¡Y al que no le guste, se jode, se jode!” no llevan a un macho a la empatía, ni a un feminicida en potencia a abandonar sus instintos y ser racional mientras su propia madre lo formó para sentirse superior a sus hermanas y normalizó las palizas que le daba su esposo, motivando a sus hijos varones a hacer lo mismo.
Los hombres resentidos son peligrosos, lo mismo que los que se sienten desplazados y amenazados. Tiene que haber una forma de neutralizar esta escalada de rencores y volvernos más conscientes y asertivas.
Creo que ésto sólo lo conseguiremos reaprendiendo lo que somos: dejemos de ser reproductoras de roles y universos equivocados. Hagamos que la transición del papel a la vida cotidiana sea una realidad, y por favor abandonemos el lugar de víctimas a pesar de la desastrosa coyuntura de violencia que diezma nuestro país. Celebremos la segura llegada de una de las nuestras al poder, nos guste o no quien resulte elegida. Tengamos presente que lo nuestro es la acción, no hay de otra.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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