Por Luciana Wainer
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Los gobiernos aseguran que no hay mujeres presas por aborto. Las autoridades insisten en que es un tema superado. La sociedad —nosotros y nosotras— solemos mirar para otro lado y bajamos la voz al hablar de lo que históricamente es parte de la vida de las mujeres: los abortos; espontáneos o autogenerados, en clínicas privadas, hospitales o casas, en la legalidad o la clandestinidad. Las experiencias emocionales son tan variadas como la cantidad de mujeres que existimos, pero la prohibición, la criminalización y el estigma social traen siempre las mismas consecuencias: riesgo, miedo e injusticia. A veces, años de cárcel. 

Lo que no nos han dicho esas mismas autoridades y gobiernos es que las mujeres sí pueden estar presas, en este mismo momento y en pleno 2024, por otros delitos distintos al aborto, pero que parten de un mismo hecho: la interrupción de un embarazo. En febrero de este año publiqué el libro Fortuito. El otro lado de la criminalización del aborto (Grijalbo, 2024), en el que se narran casos de mujeres acusadas de homicidio en razón de parentesco u homicidio doloso después de haber tenido una emergencia obstétrica, un parto fortuito. Las historias son tan dolorosas como inverosímiles: una mujer de la sierra de Guerrero que tuvo un embarazo producto de una violación por parte de un policía municipal y, tras tener una emergencia obstétrica, fue sentenciada a 18 años de prisión (y su agresor, por supuesto, prófugo). Otra fue brutalmente golpeada por su pareja mientras estaba embarazada y casi pierde la vida. Internada, con heridas graves, y después de un parto fortuito durante la golpiza, fue señalada también por homicidio en razón de parentesco. El resultado fue similar: ella fue condenada a 45 años de prisión y su agresor se mantuvo prófugo hasta que el delito prescribió. 

Juan no había tenido ningún contacto con el sistema judicial y, sin embargo, sabía perfectamente cómo funciona: es una herencia milenaria, una confianza ciega e instintiva en el patriarcado. Y tenía razón. A él no le pasaría nada. Y cuando escribo él, en realidad estoy hablando de ellos. En plural y en masculino: a ellos nunca les hacen nada. Sus nombres jamás salen a relucir en las investigaciones relacionadas con abortos. O, lo que es peor, sus abortos, sus interrupciones de embarazo, se materializan como una forma de ausencia. Con eso basta”. 

Fortuito describe un sistema de justicia roto, el efectivo operar del machismo social, el impacto diferenciado de género, pero también de clase. Porque las sentencias más brutales, las más injustas, las más desproporcionadas y surrealistas se ensañan siempre con las más pobres. Pero lo que este libro realmente quiere plantear es el proceso a través del cual estas mujeres quedan invisibilizadas dentro del sistema y sus casos se vuelven irrastreables, ya que esconden una emergencia obstétrica llamándola homicidio. ¿Cómo hacemos para encontrarlas? 

En este momento, en Yucatán, una adolescente se vio forzada a aceptar un juicio abreviado ante la presión de las autoridades. Es decir, declararse culpable de homicidio en razón de parentesco para obtener una pena menor y evitar el juicio oral que podría darle una condena más severa. Su “delito” fue tener una emergencia obstétrica, algo que escapa de su voluntad, una complicación de salud que debería ser atendida por el Estado. Ella no sabía que estaba embarazada, pero la jueza aseguró que esto no era posible ya que “ella estudiaba el bachillerato”. Las irregularidades en el caso son múltiples, la violencia sistémica infinita. Ahora, la organización Las Libres, que lleva 24 años defendiendo mujeres acusadas injustamente o llevando casos de violencia de género, está acompañando a esta adolescente. Aunque revertir el acuerdo —al que se llegó mediante presión y hartazgo después de tantas irregularidades— no será fácil. 

Presionemos para que se revise este caso; gritemos para que se conozca que esto ocurre en nuestro país; exijamos que se revisen las cárceles, las sentencias y las carpetas de investigación para encontrarlas a todas. Pueden ser diez; pueden ser miles.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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