Por Luciana Wainer

La ilusa, evidentemente, fui yo. No había que esperar hasta el tercer debate para constatar que las mujeres —y los problemas que nos aquejan y las inequidades que persisten y las necesidades urgentes de implementación de políticas públicas— continúan siendo ignoradas, por deliberación o indiferencia, por los principales candidatos y candidatas a los puestos más importantes de representación popular. 

Fui yo quien, después de escuchar las nulas propuestas que se presentaron (o dejaron de presentarse) en el primer debate presidencial, cuya columna vertebral constaba de la temática “no discriminación, grupos vulnerables y violencia en contra de las mujeres”, tuve que esperar a un segundo y hasta un tercer, y último, debate para escribir estas líneas. Perdón por el exceso de optimismo. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.