Por: Luisa Cantú Ríos
La exhibición de los supuestos montos de ingresos del periodista Carlos Loret de Mola durante la conferencia matutina presidencial del viernes 11 de febrero generó una respuesta sin precedentes ante lo que se podría calificar como una afronta desde el gobierno a la prensa. Pero esa respuesta no debe entenderse como un frente común, debe diseccionarse para evitar crear un falso mártir y que la causa gremial se use para agendas políticas.
Digo “sin precedentes” porque en menos de 24 horas se organizó un conversatorio nacional e internacional -en forma de Twitter Spaces- en el que participaron las y los titulares de los más importantes espacios de radio y televisión, columnistas de los periódicos más poderosos, las cuentas institucionales de los medios de comunicación con mayor alcance y hasta estrellas del deporte y la ciencia, sin mencionar a figuras políticas actuales y de administraciones anteriores.
Empecemos por las y los periodistas. A la primera marcha de #LosQueremosVivos asistieron 5 mil personas; a las marchas simultáneas en 45 ciudades tras el asesinato el mes pasado de Lourdes Maldonado, entre 200 y un par de miles; mientras que el conversatorio del viernes tuvo más de medio millón de escuchas. ¿Por qué la vulneración a la privacidad de Carlos Loret de Mola logró lo que 150 asesinatos de periodistas no han podido en las últimas dos décadas? Porque muchas de las personas que sintieron como propia la afronta contra Loret pertenecen -o pertenecemos- también a una élite hasta ahora intocable y con un enorme poder de convocatoria.
Quienes trabajamos en la capital del país ¿sentimos cerca el peligro que corre alguien como Goyo Jiménez cubriendo la nota policiaca por 20 pesos en Veracruz? La respuesta es no, pero muchas y muchos sí se pueden ver en el espejo de Loret, es decir, con su -o nuestro- privilegio expuesto.
El privilegio no es un delito, muchas veces ni siquiera es consciente, pero sí una barrera accidental para la solidaridad y la empatía que necesitamos urgentemente como gremio. Tendríamos que reaccionar igual por las y los colegas de los puntos más remotos que por los de mayor rating en los noticieros prime y, ojo, defender su integridad no es avalar su trabajo periodístico. No sólo quienes consideramos “buenos” periodistas merecen el cumplimiento de sus derechos, como no sólo las “buenas” mujeres tienen derecho a la seguridad o los “buenos” niños a becas.
A las personas políticas o empresarias presentes en el #TodosSomosLoret y que callaron ante asesinatos anteriores, censuras, pactos, salarios precarios o la objetización de las mujeres: siempre es un buen momento para empezar a protestar, pero quitar de la presidencia -como circuló la petición- a López Obrador no va a resolver la sistémica violencia contra la prensa, la prueba es que ninguna de las alternancias lo ha logrado.
La gente que siempre ha defendido al gremio y la libertad de expresión, defendió a Loret a pesar de no estar de acuerdo con su trabajo. Mucha gente que cuando estuvo en el poder fue cómplice, con su silencio o negligencia, de la violencia contra la prensa, también defendió a Loret. Loret se defendió a sí mismo sin un discurso de pertenencia o más allá de su caso particular. Diseccionar la enorme respuesta a la conferencia matutina es fundamental para saber qué voces escuchar y qué pasos tomar para que la única agenda que use a las y los reporteros como bandera, sea la del periodismo y su dignificación.
@luigicantu
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