Annie Ernaux ha publicado muchos libros, entre ellos uno muy particular en 2000, El acontecimiento, en donde relata una experiencia traumática de su vida, en 1964, cuando tenía 23 años: un aborto clandestino, en una época en que en Europa y, en Francia, específicamente, el aborto estaba prohibido con penas muy graves, tanto para quien lo practicara como para quien se lo hacía practicar, incluyendo la guillotina.
Annie Ernaux pertenecía a una clase social de campesinos y obreros que lograron ascender un peldaño en la escala social y pudieron enviar a su hija a la universidad, quien, además, gracias a su inteligencia y talento naturales, logró convertirse en una figura intelectual y literaria de primer orden.
Y en este libro en especial me parece muy interesante que Ernaux empiece contando una experiencia de enfermedad que puede o no ser el SIDA, enfermedad relacionada con un aspecto también muy importante de su propia vida: la libertad sexual: el SIDA como otra de las maldiciones que acechan a quien ejerce plenamente esa libertad.
En este libro sobre el aborto se emplearán al principio y durante largo tiempo varios eufemismos, empezando por la abortera a quien se designa como la “hacedora de ángeles”, como se les llamaba en aquella época: la utilización de eufemismos es significativa y también el paralelismo que subraya la relación tan importante entre las dos “enfermedades”, sin hablar directamente del SIDA en un momento en que éste era tan importante, tan terrible, en Francia y en Europa, como fue para las mujeres carecer de uno de los derechos esenciales para su libertad, que ahora, sin ir más lejos, sigue prohibido en muchos países del mundo, incluyendo México, donde el aborto no es universalmente permitido.
El derecho al aborto, es decir, una de las posibilidades de que las mujeres puedan disponer libremente de su propio cuerpo, se legaliza en 1975, en Francia, gracias a un decreto de Simone Veil, la ministra de salud; responde a un movimiento importantísimo de mujeres que apoyan masivamente un manifiesto de 1973, escrito por Simone de Beauvoir: más de 343 mujeres francesas, famosísimas, lo subscriben, entre ellas, y para citar sólo a unas cuantas, Jeanne Moreau, Catherine Deneuve, Monique Witig, Violette Leduc, Stepahne Audran, Gisèle Halimi, Agnès Varda, etcétera. Beauvoir reclamaba que más de un millón de mujeres perdían la vida en Francia por practicarse abortos clandestinos, situación que sigue siendo, lo subrayo, habitual en muchos lugares del orbe. Muchas de las firmantes exigían además que ese derecho fuese gratuito.
Sin sentimentalismos ni moralinas, Ernaux relata, a pesar de que está denunciando la falsa moralidad de los médicos, de los compañeros de universidad, de la sociedad francesa, de las farmacias, de toda la gente que está apoyando esa ley prohibitiva, es decir, a quienes no apoyaban a las mujeres, pero sobre todo a una ley. La escritora lo demuestra extraordinariamente bien, sin caer en manifiestos feministas, porque de otra forma el libro perdería gran parte de su fuerza.
@margo_glantz
Columna publicada el 22 de febrero de 2022.
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