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Por María Alatriste
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Este mes tuve una charla en vivo en redes sociales con la terapeuta hondureña Salomé Antúnez, sobre la biodescodificación. Esta herramienta destaca la importancia de trabajar nuestras emociones, ayudándonos a comprender cómo las enfermedades pueden ser mensajeras que nos revelan lo que estamos lidiando o lo que no vemos en nuestros patrones emocionales. Me sorprendió cómo esta práctica revela verdades poderosas que pueden cambiar nuestro destino, siempre que seamos capaces de reconocer cómo nuestros patrones mentales nos llevan a emociones turbulentas que pueden terminar perjudicando nuestra salud. Sin embargo, la terapeuta enfatizó que muchas personas no están dispuestas a enfrentar las profundidades de su interior, ya que confrontar lo que encontramos a menudo resulta incómodo o nos disgusta lo que observamos porque nos jactamos de saberlo o poderlo todo. 

Quizá es por lo anterior que he pasado gran parte de mi vida ignorando mis sombras y sin trabajar tanto en mis emociones desde sus raíces, hasta el día que me convertí en madre. Desde los primeros días del posparto, se abrió ante mí un nuevo portal. Una realidad desconocida que me llevó a preguntarme: ¿Qué haré con mi preciada vida? ¿Quién soy realmente si quito mis títulos y estatus? ¿Qué necesita mi esencia para brillar auténticamente para mi hijo? Enfrenté mi sombra, que, como menciona Laura Gutman en su libro La maternidad y el encuentro con la propia sombra, emerge de los lugares más inesperados para revelarnos partes de nuestro ser que aún no hemos resuelto y que muchas veces se manifiesta en el momento más inoportuno.

Las emociones negativas, a menudo se convierten en una espesa capa que nos impide ver más allá de los patrones mentales a los que nos aferramos, creyendo que son la única forma de lidiar con lo adverso. Muchas veces, esta es la única herramienta que conocemos para sobrevivir por los múltiples sesgos con los que percibimos la realidad. Durante nuestra conversación, le compartí a la terapeuta Antúnez que, en el posparto, lidié con varios problemas de salud. Independientemente de lo que hiciera, la mejora era mínima y lenta. Sin embargo, lo que realmente transformó mi salud fue trabajar en mis emociones, empezando a digerir lo que estaba atascado y causándome tanto daño. Momentos y experiencias traumáticas que había reprimido bajo el lema “soy fuerte y ya está” comenzaron a salir a la luz cuando sostuve a mi hijo en brazos, exigiendo ser procesados. Todo esto me permitió estar más presente emocionalmente y transmitir patrones más positivos a mi hijo. Aunque ahora puedo resumir esta experiencia de manera más clara, en su momento fue desconcertante. Solo al encontrar las herramientas y personas adecuadas para trabajar mis emociones noté una mejora notable en mi salud física, mental y emocional.

Por eso me parece fascinante el trabajo de la biodescodificación y lo que proponen los terapeutas de esta disciplina. A menudo, hemos priorizado el trabajo, el estatus y las responsabilidades, descuidando lo más esencial: nuestra vida y nuestra esencia, que es lo único que trasciende al final de nuestra experiencia terrenal.

No quiero minimizar la importancia de lo anterior, sino abogar por un balance en nuestras prioridades. Las emociones matan, y en el contexto de la maternidad seguir idealizando una experiencia perfecta puede ser igualmente perjudicial. Muchas mujeres eligen silenciar sus emociones por miedo a ser juzgadas si no viven esa fantasía de maternidad perfecta, lo cual puede causar un daño profundo a largo plazo.

Los claroscuros de la vida nos invitan a buscar estabilidad emocional y a abrazar el amor por nuestra propia existencia. Para poder dar amor, es fundamental cultivar primero el amor propio y la estabilidad emocional; no podemos ofrecer plenamente lo que no poseemos. La maternidad, a pesar de todo el amor que implica, también representa un desafío que merece ser abordado con empatía y paciencia. Debemos alejarnos de las expectativas idílicas que, en lugar de fortalecernos, pueden convertirse en una realidad opresiva.

Referencias Bibliográficas Gutman, L. (2011). La maternidad y el encuentro con la propia sombra. Planeta.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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