Por María Alatriste
Algunas mujeres seguimos pidiendo permiso para ser lo que queremos ser. Desde niña amaba escribir, era introvertida y usando mi pluma era el ser más feliz. Sin embargo, crecí y como decían los adultos ‘tenía que pensar en algo serio’. Aunque por un tiempo me alejé de la escritura me reconforté en lecturas. Un paso muy importante fue cuando hace varios años quise publicar una novela corta; aunque ya tenía un gran avance, me sentí abrumada por las trabas y validaciones que buscaba. Hice algunos intentos pero solo quedaron en eso, como si esperara que alguien me dijera que podía hacerlo.
Sin embargo, todo dio un giro cuando conocí de cerca la brecha de maternidad y el baby penalty. Mi trabajo se vio impactado por los primeros meses demandantes de ser madre. Quizá podría haber buscado opciones, pero mi situación se reconfiguró radicalmente. No quería perderme esta etapa tan importante; necesitaba encontrar caminos más flexibles. Esa flexibilidad también despertó en mí el deseo de retomar otros caminos, no solo como madre, sino como mujer y como escritora.
Empecé a escribir de nuevo, al principio sin intención. Encontré momentos inusuales para concentrarme. Con el pasar de los meses, había escrito más de 150 páginas y me di cuenta de que estaba creando un libro. Así, antes de avanzar en la idea de publicarlo, decidí terminar la novela corta que había quedado en la lista de espera hace nueve años. Esta vez, con una fuerza diferente. Casi dos años después la novela fue lanzada y el resultado ha sido satisfactorio. Está claro que también he contado con el apoyo de muchas personas a mi alrededor porque este trabajo es colectivo.
He podido entender el mundo literario y he visto las barreras que enfrentan las personas emergentes que escriben, especialmente las mujeres. No es un asunto sencillo; con todas las brechas que ya enfrentamos, ser escritora añade más desafíos. Y si logramos publicar, es muy difícil prevalecer a lo largo del tiempo por todo lo que implica. Sin embargo; no ganaremos ese espacio si lo esperamos, debemos ir por este y esta lucha debe ser incansable. Desde luego hay rechazos, aunque también puertas que se abren porque además de que te lo has ganado, has perseverado.
Comparto la filosofía de Elizabeth Gilbert, autora de Comer, rezar, amar. En su libro Libera tu magia, menciona que no debemos tener tantas expectativas sobre lo que pase con nuestras obras, también menciona que debemos crear lo que sale del corazón y dárselo al mundo. Lo que siga después ya no es nuestro cuento. A menudo, creamos con expectativas y presiones sociales que nos llevan a abandonar nuestros sueños si no salen como esperamos. Debemos hacer las cosas porque las disfrutamos. Desde luego como madre sé que hay muchas presiones económicas y sería mejor no depender de la escritura; más bien, que la escritura dependa de nuestra pasión por ella.
También hay escritoras eminentes, como la ganadora del Premio Nobel Han Kang que ha dedicado su vida a ello. Sin embargo, muchas personas lamentablemente desacreditan sus triunfos, sugiriendo que le dieron el premio por su origen étnico y por ser mujer. No he podido leer todavía La vegetariana, pero el hate que recibe ¿sería el mismo si fuera hombre?
Este acontecimiento nos da mucho para reflexionar socialmente. Es extenuante la desacreditación hacia las mujeres.
También he podido observar a personas que escriben con altísimas expectativas, muchas veces para desilusionarse cuando sus libros no se convierten en bestsellers de la noche a la mañana. Las obras literarias deben hacerse con calidad, pero no necesitamos la aprobación de nadie para hacerlo. No necesitamos ser bestsellers para tener el privilegio de escribir mientras honremos lo que implica. Y si se convierte, pues estupendo.
Además recuerdo a Virginia Woolf, quien habla sobre la necesidad de una "habitación propia" para escribir. Es cierto que pulimos lo que escribimos en un espacio adecuado pero a veces debemos escribir donde tengamos que hacerlo. No esperemos las condiciones ideales porque probablemente nunca lleguen, especialmente con la escasez de tiempo que contamos cuando somos madres.
Algunas personas han mencionado que mi obra les ha tocado el corazón, esto ha sido maravilloso y me llena de mucha gratitud. Para mí escribir ha transformado mi vida, incluso desde la niñez. Ha hecho que pueda conectarme con mi esencia, me ha dado propósito y como lectora me ha guiado en tiempos de oscuridad.
Si te gusta escribir, no romantices la idea de que tu obra cambiará el mundo. Enamórate de lo que haces y permite que eso cambie tu mundo a través de lo que escribes.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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