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Por María Alatriste

Sí, hasta la muerte tiene etiqueta. En la columna pasada, titulada La Filosofía de Hakuna Matata después de la pérdida https://www.opinion51.com/maria-alariste-2501-perdida-matata/  recibí comentarios hermosos de muchas personas. Confieso que tenía mucho tiempo queriendo contar mi experiencia sobre esto, dándole vueltas a la idea. No lo hacía porque temía verme como una víctima. Sin embargo, para mi sorpresa, la retroalimentación que me dieron las personas que leyeron mi columna fue muy alentadora. Logré mi propósito de tocar corazones desde un lugar resiliente sin que fuera aquello que temía: provocar lástima.

Todo esto me viene de muchos comentarios, actitudes y momentos que viví cuando mis hermanos tuvieron ese fatal accidente y muchas situaciones que se detonaron a partir de ese momento. Incluso mucho tiempo comentaba parcamente y sin detalles que era hija única. Esto lo hacía para protegerme de comentarios desatinados. Y sé que muchas cosas vinieron desde la inocencia e imprudencia de las personas, pero otras fueron porque a veces somos torpes lidiando con los momentos difíciles.

Esta semana estaba tomando un café con una buena amiga que me comentó que su abuela estaba en agonía. Me importaba mucho poder decir algo sin ser impropia, no sabía mucho qué decir para apoyarla. Cuando nos despedimos, se me ocurrió decirle: “Ahí me cuentas cómo va todo” (pensé pues, ¿cómo va a ir?). Inmediatamente me di cuenta de mi comentario inapropiado y se lo dije. Sabe lo despistada que soy y hasta terminamos riéndonos. 

Así que les dejo por acá una lista de anécdotas y recomendaciones para "regarla" menos cuando estamos lidiando con situaciones dolorosas.

• Olvídate de decir frases como: “Sé lo que estás viviendo”, “Te acompaño en tu dolor como si fuera mío”, “Ya verás que todo esto pasará”. Eso no lo sabes. Es mejor decir: “Siento mucho lo que ha pasado. Te abrazo con el corazón.” Decir algo bueno y considerado de la persona que se ha ido.

• Por favor, nada de andar chismoseando qué le pasó o querer saber más detalles del lamentable suceso si la familia o allegados no están dispuestos a compartir esta información. Esto puede ser realmente inapropiado, molesto, cruel. Además, los familiares no están dispuestos a compartir esto inmediatamente. Quizás quieran hacerlo con el tiempo, quizás nunca quieran hacerlo. Ese es un derecho básico.

• Como a veces la familia no quiere dar tantos detalles de lo que pasa, la gente puede llegar a hacer unas historias muy rebuscadas, inverosímiles y hasta macabras. Cuentos urbanos que salen por ahí que sólo lastiman a la gente cercana a la persona fallecida. He investigado un poco, y sí existe algo llamado curiosidad macabra (algo que todos tenemos de forma intrínseca, según el científico Coltan Scrivner, que estudia la biología del comportamiento), esto es normal. Pero ojito aquí: eso no nos da derecho a meternos de forma cruel en asuntos que las personas no quieren compartir y mucho menos a inventar historias.

• Esta anécdota me da risa, parece broma, pero no lo es. Unas personas en una celebración especial detuvieron a mis padres, que apenas conocían, para tratar de consolarlos porque se enteraron de lo que pasó con mis hermanos muchos años atrás. Los abrazaban e incluso lloraban (yo creo que se les habían pasado las copas). Era un día muy feliz, y no dejó de serlo por eso, pero mi madre les contestó algo así como: “Si yo he podido salir adelante, ustedes también pueden.”  A veces, estas buenas intenciones están fuera de lugar.

• Recuerdo estar en un funeral de una mujer de más de 96 años donde algunas personas trataban de culpar a sus familiares por no haber hecho lo suficiente. Ojo con los juicios severos de este tipo que son sumamente dañinos para las personas viviendo el duelo.

• La típica frase de “Ya pasaron 30 años y sigue hablando de su familiar que ha muerto”. He aprendido que morir no significa desaparecer, sino trascender. Es decir, no porque alguien se haya vuelto invisible significa que ya no existe o, lo que es peor, que nunca ha existido. Hay que honrar a los que se nos adelantan con la vida y con la memoria.

• “Ay, pero si sólo era una mascota”. El amor no se mide. El amor y la conexión que tengamos con esos seres es algo único. Toda persona tiene derecho a vivir el duelo de sus allegados, de la familia, sea perruna, gatuna o humana.

Y por cierto, esto no es un regaño, son firmes sugerencias de alguien que se sigue equivocando constantemente a la hora de tratar con situaciones difíciles. Pero empezando con tener empatía, prudencia y consideración, ya vamos por mejor camino.

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