Por María Fernanda Cobo M.
La confianza es un capital social, un activo cívico, un bien público. La decisión de confiar en un gobierno, una empresa, una asociación civil es un juego con tres variables interdependientes: la verdad, la eficacia y el compromiso; que la vez son las reglas que determinan si un gobierno, una empresa o una asociación son dignos de la confianza de una sociedad o si son la expresión del oportunismo político, empresarial o social evidenciados en una sociedad defraudada.
De acuerdo con el Barómetro de Confianza de Edelman, América Latina está polarizada por cuatro fuerzas: la preocupación económica; el desequilibrio institucional, la división social y la lucha por la verdad. En el 2024, se integra un nuevo factor que toma el pulso a la promesa de la prosperidad: la innovación, que a la vez se cuestiona cuando la región, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, invierte en promedio en Investigación y Desarrollo (I+D) tan sólo el 0.5% del PIB, en comparación con el promedio mundial que ronda el 2.5% del PIB y está lejos de países como Corea del Sur o Israel que superan el 4% del PIB.
La preocupación económica se convierte en un factor determinante del pesimismo social donde los temores económicos personales, principalmente centrados en el empleo y la inflación, están a la par de los temores sociales, como la seguridad, el cambio climático, la guerra nuclear e informática. La desigualdad de ingresos crea dos realidades de confianza: el 60% de la población siente a su país dividido y con una débil identidad compartida. Prima el control y poder de los grupos de interés, convirtiendo la ideología en fuente de identidad social y bienestar individual; mientras que el tejido social adolece de falta de civismo, de respeto mutuo y propósito común.
En México, el desequilibrio institucional se agudiza cuando el gobierno se percibe 53 puntos menos competente y ético que las empresas y las ONG. Este desequilibrio se agudiza cuando los mexicanos consideran que los líderes gubernamentales, los reporteros y periodistas, y los líderes empresariales alimentan el ciclo de desconfianza y son vistos como una fuente de información falsa o engañosa.
En materia de innovación, la confianza recae principalmente en los científicos y en las empresas. La población registra un mayor entusiasmo por la energía verde, mientras que la inteligencia artificial y la medicina con base genética convive entre el dilema de la resistencia y el optimismo. En términos generales, se considera que la innovación está mal gestionada. El 50% de ciudadanos mexicanos consideran que la ciencia debe comunicarse de forma transparente y accesible al público, y el 59% considera que la ciencia se ha politizado. Un hallazgo importante es que el 60% de la población considera que si las empresas se asocian con el gobierno confiarían más en la innovación y su implementación.
Un jugador digno de confianza honra la confianza depositada en él. Restaurar el optimismo económico, reducir la brecha institucional pública privada, abogar por la verdad y la innovación compartida son acciones necesarias para salir del juego sucio del oportunismo que lesiona nuestra confianza social.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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