Por Mariana Conde
Me llama mi amiga Concha: ¿Tienes tiempo de hablar? Por supuesto, respondo.
Tras disculparse de antemano por el llanto que seguro le ganará, me dice:
- Josefo tiene Asperger.
- ¿Te acaban de dar el diagnóstico?
- No, aún no, pero yo lo sé. Siempre he sabido que tiene algo, aunque todos me digan que estoy loca o que exagero.
Me cuenta los últimos sucesos en la escuela y en casa que la regresaron a esa conclusión, la cual ella sospechaba desde que su hijo, de ahora 16 años, iba en el kínder. Explica que, después de días leyendo libros especializados y en google sobre las características de individuos dentro del espectro autista o Asperger, reconoció en este último a su hijo.