¡Buenos días!
Por Mariana Conde
Acabé mi audiolibro en turno y, buscando el siguiente, me decidí por El Viejo y el Mar; lo había leído hacía demasiado tiempo y además estaba en oferta.
Desde que descubrí un renovado gusto por escuchar libros voy con más entusiasmo al gimnasio y ninguna fila o trayecto en coche se me hace largo.
Esta mañana junto con mis tenis me calcé también los audífonos y me dirigí al área de pesas, lista para mi dosis de ejercicio con banda sonora literaria. De inmediato fui atrapada por la voz ronca y sabia de Donald Sutherland y por la belleza de las palabras de Hemingway. No me pregunten si hice más repeticiones en la pierna izquierda que en la derecha o si completé el circuito de brazos, me perdí por completo en la narración. Mi rutina me tomó más tiempo que de costumbre, no por un empeño repentino de fortalecer el cuerpo sino por la hipnosis en la que me sumió la historia. Varias veces tuve que parar lo que estaba haciendo para retroceder la grabación y oír de nuevo con más atención alguna frase, alguna imagen.