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Por Mariana Conde

Hace unos días, platicando con una señora sobre el regreso a clases, me dijo lo siguiente: “La de veces que he oído comentarios hermosos sobre mí Mateo por parte de las otras mamás: que si que bien va, que qué divertido, lo ayudan todos en el salón, mi hijo lo quiere mucho. Pero, no lo invita a comer un día a su casa.” 

Me puse a pensar en la cantidad de niños que en un momento u otro no encajan en el grupo ya sea por su carácter, introversión, aspecto físico, por cómo se visten o porque su mamá les hace el favor de mandarles de lunch algo de fuerte olor (¿quién dijo sándwich de huevo duro?). 

O, como el caso de Mateo y de mi propia hija, porque tienen algo que los hará siempre distintos, su neurodivergencia. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.