Por Mariana Conde Mena

Las noticias de las últimas semanas me han deprimido de manera singular.Como siempre, hay malas noticias por doquier, pero hoy me refiero a la serie de ataques brutales contra mujeres en distintos rincones del planeta y que parecen caer sobre oídos sordos en este rincón nuestro, donde dichos ataques son una verdadera epidemia.Primero supimos del caso Pélicot. Para quien no sepa de qué hablo, este señor durante diez años drogó a su mujer al punto de la inconsciencia para luego meter extraños a su casa a violarla, extraños a los que reclutaba en un chat de hombres cuyas fantasías eran en torno al abuso de mujeres. Hubo más de 80 violadores, de los cuales 50 fueron formalmente acusados y están siendo enjuiciados, al igual que el esposo, Dominique Pélicot. La pareja llevaba 50 años juntos, tienen tres hijos adultos y siete nietos, ¿qué pasa con tanta vida compartida después de algo así? ¿Cómo te recuperas? No puedo dejar de pensar en ella, Gisèle, y su valentía al enfrentar en juicio a puertas abiertas a su verdugo y demás agresores. Esto es en Francia, ¿se imaginan a cuántos de los 80 habrían agarrado y enjuiciado aquí en México? Aún peor, ¿bajo la nueva reforma al poder judicial? A los tres más despistados o sin palancas, seguramente.Un par de días después nos enteramos de la horrible muerte de la atleta olímpica de Uganda, Rebecca Cheptegei, quemada por su pareja quien, a raíz de una discusión, la bañó de combustible y le prendió un cerillo, sin importarle al hacerlo quemarse él también. No imagino la saña que se requiere para incendiar frente a frente a cualquier ser vivo, mucho menos a una persona. Más impactante aún es saber que este no es un hecho aislado: de 2021 a hoy esta es la tercera atleta africana de talla internacional que muere quemada a manos de su pareja. Parece que algunos hombres no soportan ser opacados por su mujer y que ser una mujer exitosa en ciertas (¿muchas? ¿todas?) culturas es una afrenta imperdonable y un peligro mortal. (Incluso en un país como los Estados Unidos se dan casos como “la maldición del Oscar” que se refiere al hecho de que las mujeres ganadoras a Mejor Actriz en los premios Oscar, tienen 1.68 veces más probabilidades de divorciarse que las que solo fueron nominadas).

Lo que me deja tanteando a ciegas en busca de respuestas es: ¿quién se creen estas bestias que son para tomar la vida de una mujer de manera tan brutal? Ni siquiera piensan en las consecuencias, tal vez porque raramente las hay. Estoy convencida, porque la historia así lo demuestra, de que en el caso inverso ninguna mujer saldría impune ni intacta. Estos crímenes en África, como en México, se persiguen, pero es claro que no con la suficiente seriedad, pues se siguen repitiendo.Como si estuviera el horno para bollos, hace pocos días el diputado Marte Alejandro Ruiz Nava (de Morena, por si tenían la duda), por Tamaulipas, declaró muy preocupado ante los medios de comunicación que propone pasar una iniciativa para hacer un Instituto del Hombre que defienda a los pobrecitos machos de las múltiples microviolencias que sufren por parte de las mujeres cuando, por ejemplo, nos negamos a hacerles “el lonche” o peor, el amor porque nos duele la cabeza; esto es una microviolencia por parte de la mujer, afirma, “porque no está cediendo” a los deseos de su hombre.O sea que no servirle de comer a un hombre o no estar a su disposición cuando a él se le antoje tener sexo pudiera, bajo la lógica de este defensor de la igualdad de género, convertirse en delito. ¿Por qué no?, dice el pensamiento marciano, si las mujeres se quejan hasta de cuando un hombre les levanta la voz.Retórica no sólo retrógrada sino peligrosa porque, cualquier parecido con la realidad NO es mera coincidencia.Dominique Pélicot alegó en su defensa que había tenido que recurrir al abuso porque su esposa se negó a ser swinger con él (¿micro agresión femenina?) y que este juicio le había arruinado la vida a él, pobre víctima.Por otro lado, hay una razón por la cual la violencia verbal hacia la mujer es un delito y un foco rojo; tal vez si Rebecca Cheptegei hubiera podido denunciar que las discusiones con su novio se estaban tornando amenazantes, no habría acabado con el 80% de su cuerpo quemado y la falla de todos los órganos de su cuerpo.Es claro que el diputado Marte no tiene idea de lo que dice ni el contexto en el que lo dice, pero la imprudencia o la falta de empatía no son bases suficientes para condonar las ocurrencias de alguien: animal o no, el señor, un servidor público, tiene la responsabilidad de informarse, de conectar la lengua al cerebro, de elevar la conciencia y dirigir su atención hacia los graves problemas de abuso y violencia de género que están destruyendo el tejido social de nuestra propia comunidad. O como mínimo, de no opinar en temas que desconoce.El muy completo y certero posicionamiento del INE repudiando las declaraciones del diputado Marte debía tal vez servirme de consuelo, pero no. Porque algo que queda claro tras la imprudente verborrea del diputado es la mentalidad de muchos mexicanos que siguen peleando por no perder el privilegio de su machismo. Para muestra ciertas reacciones en X, antes Twitter, donde, en medio de una mayoría de comentarios desaprobatorios, encontramos perlas como estas:

@fer Aaah ¿verdad??? Cuando uno se las voltea, está mal!! Ya sé, mi comentario es micro machista!@Robso Listos para apoyar esta iniciativa! ¿Dónde nos formamos?@partow Por eso Salgado Macedonio no pregunta, entra a la fuerza =)@elmano Ese hombre es mi nuevo ídoloY mi favorito, que intenta razonar:@Gab No solo dijo lo del sexo (ahí se pasó) pero dio más ejemplos, ¿no crees que se debe buscar la igualdad en vez de apoyar a un grupo en especial?

Twitter es Twitter, se dirán, y que detrás del anonimato de un handle se dice mucha burrada y abundan los trolls. Pero la muestra más inmediata y sencilla fue cuando uno de los reporteros que lo estaba entrevistando, al terminar de oír las barrabasadas del diputado, pensó atinado comentar: “¿y dónde firmo…?”

¿Dónde firmo yo? Quisiera decirle a él, a Marte y a otros como ellos:

¿Dónde firmo para que no se culpe a la falda corta y maquillaje de Alma por su violación?¿Dónde firmo para que a Mari sus padres no la saquen de la secundaria y la hagan trabajar para pagarle los estudios a su hermano?

¿Dónde firmo para que el esposo alcohólico de doña Marta que ya tiene ocho hijos no llegue a forzarla intoxicado?

¿Dónde firmo para que Jessica pueda trabajar en lo que quiera y ganar lo mismo que su colega Juan?

¿Dónde firmo para que el violador, el golpeador y el feminicida sufran las consecuencias de sus actos?

¿Dónde firmamos, hombres y mujeres juntos, un nuevo pacto para dar a los niños un mejor modelo y autoestima? Que sepan que no necesitan empequeñecer a la mujer para sentirse grandes…

¿Dónde firmamos?

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