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Por Mariana Conde

Hace un par de días en uno de mis grupos de mujeres favoritos surgió el tema de las trad wives, lo cual nos llevó al debate de las diferencias entre trad y trophy wife.Y diferencias las hay, muy claras. La trophy wife o mujer trofeo es todo un cliché. Típicamente se ha concebido como la mujer joven superdotada de atributos físicos, sensual, que presume más su escote que su inteligencia. Suele ser trofeo de un señor cuya mayor virtud es el tamaño de su chequera y probablemente va en su segunda o tercera vuelta matrimonial; incluso tal vez sea ella la causa de que terminara el matrimonio anterior de dicho señor que, dicho sea de paso, con toda seguridad cursa más de su cuarta década de vida.Las trad o esposas tradicionales son una, si no nueva, al menos sí más reciente tendencia. Se trata de mujeres que, según ellas mismas declaran, por voluntad propia buscan rescatar los roles de género del siglo pasado y aseveran que el lugar de la mujer está en su casa, detrás de su marido por supuesto, procurando el hogar ideal. Una tradwife o esposa tradicional hornea su propio pan y hace un banquete en unas cuantas horas, recibe a su marido peinada y maquillada con martini y pantuflas en mano, tiene hijos al menos en apariencia educadísimos, la casa impecable y está lista para lo que su hombre decida. A él le corresponde hacerse cargo de las cuentas y a ella cumplir sin cuestionarlo. Incluso visten de una manera retro que evoca las épocas doradas del cine y la televisión.Y aunque a esta tendencia se le relaciona a la renovada fuerza de la política conservadora y movimientos como el MAGA de Trump con su fuerte componente heteropatriarcal, no es exclusiva de los Estados Unidos. Como ya nos había contado Mónica Hernández en su columna al respecto hace muchos meses, hay movimientos similares en países europeos que en otros aspectos se caracterizan por ser progresivos.Si queremos hablar de una esposa tradicional de hoy en el sentido extremo, solo tenemos que echar un vistazo a los videos de @esteecwilliams. En estos propone que hay mujeres que como ella solo quieren ser amas de casa, ser esposas que se someten y sirven al marido mientras el rol de este es ser el proveedor y el que sale a buscar el sustento. Habla de que esto es una elección en videos donde aparece primorosa con su cara de querubín lo cual ha de ser como el mejor tipo de porno para cualquier orgulloso machista aunque ella no se quite ni el mandil.Si no fuera por lo peligroso que me parece promover este tipo de valores para los avances de los derechos de la mujer que tanto han costado, les diría que Estee, así como otras con su misma mentalidad, están en todo su derecho de conseguir al macho de sus sueños. Pero sí es peligroso. Ella habla de libertad de elección, pero sí propone someterse a los dictados del marido, ¿qué hará el día en que sea él quien le diga por quién votar? O no permita que sus hijas elijan estudiar una ingeniería o, aún peor, no les enseñe que un hombre no puede mandar sobre el cuerpo de ellas.Cuentas como las de Estee son más de nicho y lo muestran sus números de seguidores que, aunque para mí son demasiados, no pasan de los 200 mil. Pero hay otro tipo de pseudotrads más populares cuya diferencia principal con las auténticas esposas de los cincuenta es que, por mucho que reivindiquen aspectos tradicionales de los roles de género, son en realidad emprendedoras que han sabido monetizarse a través de sus cuentas en redes sociales y las marcas que las patrocinan.Si vemos a Hannah Neeleman de Ballerina Farm, ella ha hecho todo un emporio con su imagen de la familia que dejó la locura de la ciudad para darle a sus hijos la oportunidad de crecer entre la naturaleza y vivir de la tierra. Por supuesto, ayuda que para hacer ese cambio tuviera un esposo billonario heredero de aerolíneas que pudo comprarle su modesta granja de millones de dólares en Utah en la que juega a ser Olivia Walton –o su versión 2.0 con balayage y vestidos campiranos de diseñador. Pero ese empujón inicial ella lo ha sabido multiplicar con una –al menos en apariencia– entrega total a sus vacas, a su levadura de masa madre y sus ocho hijos, construyendo un exitoso negocio de retail con los productos de la granja acelerado por su fama y la fidelidad de sus más de 10 millones de seguidores en IG y TikTok. A Neeleman no le gusta que la llamen tradwife, y sin embargo, probablemente este aspecto le ha ganado parte de sus fans.Similar pero muy distinta a la vez, es Nara Smith con 11.4 millones de seguidores en TikTok. Ella también cocina complicados platillos para sus seguidores haciendo todo desde cero. Su estética, sin embargo, es opuesta: Nara cocina luciendo extravagantes vestidos de las distintas marcas que la patrocinan, uñas de acrílico que cambian de diseño en cada clip y tiene más reels de ella y su esposo (ex modelo, al igual que ella) asistiendo a galas que de sus dos adorables pequeñas corriendo por la pradera. De hecho, pareciera que muestra escenas de su joven familia como un simple corolario, para dar gusto a su público y verse menos maniquí y más humana. Nara es una exitosísima influencer cuyas publicaciones generan un altísimo MIV (media impact value o valor de impacto del medio), medida con la que las marcas pesan su impacto en redes sociales. Ha sabido combinar a la perfección sus talentos (desde el glamur de modelo hasta sus virtudes de cocinera y, por supuesto, de empresaria) para convertirse en una influencer nada trad, altamente aspiracional y rentable.No comulgo con la propagación de estándares imposibles de cumplir para la mayoría de las mujeres como deber lucir siempre delgada y perfecta (no me creo que se coman todo ese pan que hornean, masa madre o no) mientras atiendes ocho hijos y 300 vacas, o hacer sentir mal a las mujeres por no hacer su propio queso cottage, pero reconozco el lado empresarial de estas mujeres.Inevitablemente, en el debate con mis colegas sobre estos intentos de categorizar a la mujer de hoy, llegamos hasta Melania Trump.

En definitiva, a pesar del vestido de lunares a la trad que usó el día de las elecciones, está claro que Melania no es una esposa tradicional y que, si bien en su momento fue una trophy, no sabemos lo que será en su segunda ronda en la Casa Blanca. Si nos guiáramos simplemente por su vestimenta, el power suit que eligió para la inauguración presidencial de su esposo indicaría que está por verse quién manda. Con esto, no me refiero a Donald. Echen un vistazo al outfit femenino y retro que lució la sagaz Ivanka para esa misma ocasión y que estaba garantizado causaría beneplácito entre las filas republicanas.En conclusión, este foco sobre cuál debe ser el rol de la mujer en la sociedad actual, debatido desde la arena política hasta el ágora de las redes sociales, me deja claro que se avecinan tiempos turbulentos para la igualdad de género. Me preocupa sobre todo el cómo esto es recibido por las nuevas generaciones de adolescentes y nuevas adultas. ¿Deberemos acaso jugar al mismo juego y monetizar nuestro igualitarismo en los medios que ellas pueblan?Si a alguien se le ocurre cómo, soy toda oídos.

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