Por Mariana Conde
…me disponía a escribir algo bonito, ligero, coqueto. Después de una buena sesión de yoga, de un shavasana narcotizador perdida entre las notas de Joni Mitchel, no me decidía entre hablar de la promesa del verano ya a la vuelta de la esquina o sobre los caracoles de tierra que he estado encontrando en el parque por doquier, vaticinio de la temporada de lluvias.
Me senté ante esta página con mi humeante café y la cabeza llena de buenas intenciones cuando, ¡ping!, mi bendito teléfono, y cometí el error de abrir mis mensajes. No había atinado aún a poner el código para desbloquear la pantalla y, cual palomitas de maíz, ping, ping y más pings se sucedieron como la minúscula metralleta de un hámster, o un pollito, o alguna otra criatura tierna y diminuta. Poco preparada estaba yo para el mensaje que causaba tanto revuelo en mi otrora aburrido whatsapp:
-Miren!
-¿Cómo? ¿Dónde dices que es eso?
-¿No tiene logo la carta?
-¡Cómo se atreven! #%@≠& !