Por Mariana Conde
Ayer mi esposo llevó a mi hijo al kínder. Al poco rato de salir de casa, me textea en un mensaje marcado como urgente:
David me está preguntando por qué hay niños que nacen en el hospital y otros en la iglesia como él… Help!!!
De momento yo, la de la verborrea crónica, no sé qué responder. En milisegundos intento recobrar del disco duro que es mi hipocampo todo lo que aprendimos en los cursos preadoptivos: semanas, meses enteros de clases que en este momento no me sirven de nada ante la sensata e inocentísima pregunta de esta criatura de cuatro años.
Lo primero que se me ocurre para zafarnos de la explicación que ha de durar toda una vida es parte de mi ya conocido discurso de inclusión mezclado con una vaga memoria de aquellos cursos y un poco de refinamiento yucateco:
¡Coño!