Por Mariana Conde
En plena semana santa empezó la primera llamarada. Dos fuegos simultáneos que los brigadistas locales tardaron tres días en controlar. Desde ese inicio de la temporada de incendios en Valle de Bravo las organizaciones locales tuvieron que pedir a la población apoyo en lo más indispensable para el cuerpo de bomberos: uniformes, herramientas esenciales, medicinas, material de curación, gotas para los ojos, comida, agua. No, los bomberos y brigadistas no contaban con suficientes uniformes y agua.
La calma no duró y este fin de semana pasado, de nuevo se soltó el infierno en grande. Esta vez fueron al menos cinco fuegos simultáneos, azuzados y extendidos por el viento y que apenas el martes se estaban logrando controlar. Se evacuó la reserva natural de Monte Alto, orgullo de Valle y disfrute de todos quienes lo visitan. El fuego incluso llegó hasta las inmediaciones del multideportivo del pueblo. Desde cualquier punto en el municipio de Valle de Bravo, que incluye Avándaro y varias comisarías, podía verse y sentirse el fuego, el humo. Se cancelaron las clases y se pidió a la población mantener a los niños adentro de sus casas.
Lo que está sucediendo no debería tomar a nadie por sorpresa, no es algo insólito. La temporada de sequía en la zona está bien establecida y cada año ocurren incendios. Estos son en parte provocados por ignorancia, ya que hay gente que continúa quemando basura, o por las arraigadas prácticas agrícolas de quema. Es decir que, si bien la sequía es solo previsible, los fuegos son prevenibles.