Por Rosario Castellanos
A 99 años de su nacimiento y 50 de su muerte, en mi cabeza Rosario Castellanos (México, 1925-1974) va de la mano de Samuel Gordon (Polonia, 1945-2018). Tienen varias cosas en común, por lo pronto ambos murieron en agosto, el 7 y 13 respectivamente; y en países distintos a su nacimiento. Lo que conozco de Rosario lo conozco a través de la mirada de Samuel. Rosario fue maestra de Samuel en Jerusalem y Samuel fue mi maestro en la Ciudad de México.
Cincuenta, en árabe se escribe: خمسين (jamsīn), es también una manera de nombrar un viento del desierto que alcanza 140 kms/hr, aumenta la temperatura hasta 45ºC, disminuye la humedad a menos de 5% y la arena impide la visibilidad. Estas tormentas del desierto se presentan durante cincuenta días, aproximadamente, de ahí el nombre. El último día de Rosario fue un día de jamsīn, después de meses de espera, se trasladó a la zona amurallada de la ciudad vieja de Jerusalem para recoger unas mesas de bronce repujado que había pedido a Siria. Esto lo supo Samuel de viva voz de Rosario. Lo que sigue, Samuel lo escuchó de Israel, un búlgaro que fungía como su chofer. Al llegar a casa, Rosario bajó primero para acondicionar el espacio donde irían las mesas de bronce repujado. Se quitó los zapatos, tal como era su costumbre. El calor de la tormenta desértica hizo que su piel estuviera húmeda por el sudor. Una lámpara metálica estorbaba el lugar que había elegido para las mesas. Al moverla, se electrocutó. Israel, tardó en estacionar el coche y bajar las mesas de bronce repujado. Al ver la escena, desconectó la lámpara con un pie y llamó a Samuel.
Nadie muere en la víspera o como dicen, cuando te toca, ni aunque te quites y cuando no te toca, ni aunque te pongas. Para ese 1974, Rosario Castellanos ya no estaba inscrita en el libro de la vida. No es una muerte común, tampoco lo era ella. Sus padres murieron cuando tenían 48 años, ella les ganó por unos meses. Su juventud, lo inesperado y que haya sucedido lejos de México fueron los ingredientes perfectos para generar hipótesis “más creíbles” que un accidente eléctrico. Ser mujer y poeta justificaba un suicidio por depresión. Ser mujer independiente y diplomática justificaba el asesinato. Ser filósofa y catedrática pro-bono de la Universidad de Jerusalem justificaba lo extravagante de su muerte.
De 1971 a 1974 impartió en la Universidad de Jerusalem, en paralelo a su función de Embajadora, seminarios que se abocaron a trabajar sobre la identidad mexicana, a través de su literatura. Tema que fascinó a Samuel y lo hizo venir a México a trabajar y vivir aquí hasta su muerte. Durante el primer seminario, Rosario lanzó la pregunta ¿quién es el destinatario de los narradores mexicanos? Resaltando que la mayoría de los autores mexicanos no lo podían resolver. El segundo, como filósofa que era, Rosario reflexionó sobre la esencia de lo mexicano, principalmente a partir del relajo (de Jorge Portilla, México, 1919-1963). El tercer seminario, que suspendería su muerte, estaba dedicado al teatro mexicano, especialmente a Rodolfo Usigli (México, 1905-1979), con las tres coronas y de ellas con énfasis en Corona de luz (1963). Cada una de estas obras de teatro reflejan tres momentos históricos que se convierten en las piedras angulares de México. Lo espiritual con Corona de luz: trata sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Lo material con Corona de fuego (1960): sobre el último enfrentamiento entre Cuauhtémoc y Hernán Cortés y lo político con Corona de sombra (1943): trata sobre Carlota de Bélgica y Maximiliano de Habsburgo, en el Segundo Imperio en México.
El misterio sigue ahí, ¿cuál es la identidad mexicana? Probablemente no exista una identidad única, que amalgame la diversidad del territorio mexicano. Más cuando se dice por ahí que los mexicanos nacen donde se les da su chingada gana y mueren como se les da su chingada gana. La mexicanidad es tan diversa, como la imaginación lo permite. Qué podemos esperar cuando se necesitan diccionarios que expliquen los múltiples usos de sencillas palabras como padre, madre o chingada.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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