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Por Marilú Acosta

Hace 39 años estaba a punto de iniciar el día cuando todo comenzó a moverse, no era mi primer temblor, así que decidí bailar con la tierra. Pronto dejé de hacerlo por los ruidos de vidrios rotos y la caída de la mampostería. Las grietas se formaron en las paredes, las puertas de las alacenas se abrían y cerraban, dejando salir platos, vasos, botellas y frascos para luego retenerlos. El refrigerador saltó hasta recargarse en la pared de enfrente, saliéndose el jamón, jitomates, queso, y botes de crema y helado que contenían todo menos crema y helado. Todo era un caos y el edificio continuaba moviéndose. El miedo llegó y sentí hasta mis entrañas la vulnerabilidad ante la fuerza de la naturaleza.

Hace 7 años estaba recibiendo terapia física, pensamos el terapeuta y yo que había pasado un camión pesado hasta que nos dimos cuenta que estaba temblando. Me bajé de la camilla como pude, estaba descalza y escuchaba vidrios romperse. Me quise poner los zapatos pero el movimiento me lo impedía. La casa crujía amenazando derrumbarse. Salí descalza al patio central para evitar que el techo se me cayera encima. Me tambaleaba al caminar, viendo al suelo para no pisar los vidrios. Fui la última en llegar al patio y sólo ahí pude ponerme los zapatos. No tuvimos claro cuándo dejó de temblar, pasado un buen rato entramos a verificar qué tanto se había roto. Revisamos cada rincón sin encontrar nada destruido. El sonido lo escuchamos todos, salimos a la calle para ver si habían caído ventanas de casas y edificios aledaños. Nada. Todo “en orden”.

La vulnerabilidad que se siente ante fenómenos de la naturaleza resuena hasta la médula. El síndrome de estrés postraumático queda durante años. Es la incertidumbre la que carcome los nervios. Dos 19s de septiembres es una coincidencia que nos hace perder la cordura. Aparentemente nada tiene sentido, sin embargo, Dios no juega a los dados, diría Einstein. Hay algo que no vemos, un engranaje invisible que va contando una historia con la cual nos tropezamos de vez en cuando.

Hoy es otro jueves 19 de septiembre, el México de 1985, el del 2017 y el actual, son sociedades completamente distintas. Es muy chilango decir “México” cuando se trata de la Ciudad, sin embargo, aquí es distinto. Estos sismos sacudieron a todo el país. Sangre se derramó en ambos 19s, estructuras aparentemente sólidas se derrumbaron. Salió a la vista la corrupción gubernamental y también de particulares. Hubo solidaridad y rapiña. La tierra sacudió la ciudad para sacar lo mejor y lo peor de los mexicanos (y del mundo).

El México actual convulsiona en este día, el cambio de sexenio es purulento. La manera descarada de mentir del gobierno es espectacular. Niegan la realidad contando una historia inverosímil y alejada de lo que la gente vive. Señalan corrupción cuando se han convertido en los maestros de ella. Denuncian nepotismo cuando se desborda en el grupo en el poder. Acusan a los “adversarios del poder” de crear mentiras cuando se han olvidado cómo es la verdad. La violencia se ha insertado en todas las grietas de la sociedad. Los militares, quienes deberían de tener el control de la seguridad, explican que no es su responsabilidad, sino la voluntad de los delincuentes la que creará paz y orden social.

Espero que este 19 de septiembre, el sismo sea interno, que se sacuda la sociedad entera y despierte del estado de apatía, miedo e inmadurez en la que está sumida, aplaudiendo al paracaidista que está en Palacio Nacional. Permitiendo que un puñado de criminales en el poder, sean quienes pongan de moda todo tipo de actos ilegales. Este 19 de septiembre se hará visible, una vez más, lo mejor y lo peor de la sociedad. La rapiña gubernamental, la entrega del país al crimen organizado, la ausencia de Estado de Derecho, la psicótica idea que el presidente está por encima de la ley, los militares dándole la batuta de la seguridad nacional a los diferentes grupos de narcotráfico, necesita urgentemente un contrapeso de valores que construyan el bien común. Se han derrumbado todas las instituciones, el concepto de democracia, el de soberanía, la libertad y el florecimiento social. Salvemos lo salvable de entre los escombros y con un bulldozer limpiemos el país para organizarlo y hacerlo mejor.

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@Marilu_ Acosta

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