Por Marilú Acosta

El 9 de junio 2024, su Majestad, Dr. Roger Federer (Suiza, 1981) dio el discurso de graduación de la Universidad Dartmouth (Estados Unidos, 1769) para la generación 2020-2024. Definió al campeón como aquel que ha dominado el arte de superar los momentos difíciles. Dijo que el o la mejor del mundo no es quien gana todos los puntos, sino quien está consciente que perderá una y otra vez y sigue adelante. Su majestad ganó 1,251 juegos durante su carrera profesional, de un total de 1,526. A pesar de haber ganado el 82% de los juegos, sólo ganó el 52% de los puntos. A ojo de buen cubero y haciendo muchos promedios, su Majestad supo perder y recuperarse de por lo menos 164,076 puntos. A los 16 años, Federer deja la escuela para dedicarse 100% al tenis. Dartmouth le reconoció su trayectoria otorgándole un doctorado honorífico en humanidades. Una victoria inesperada, dijo Federer, porque en toda su vida sólo ha pisado dos veces un campus universitario. Sabiendo perder se gana.

La perfección no existe, no he ganado todos los puntos, comenta Federer ni tampoco he ganado fácilmente, aunque sea uno de los comentarios más repetidos a lo largo de su carrera. Explica que, para que parezca que se gana con facilidad, se requiere de muchísimo esfuerzo. Una semana antes del discurso de su Majestad, hubo un ejercicio electoral que, estirando la liga, pudiéramos equiparar con una final de campeonato. Perfecto, porque hubo “carro completo”. Ganado fácilmente, porque “es lo que la gente quiere”. Al contrastar la carrera de Federer y su discurso, con el resultado de la elección, llama la atención que medios de comunicación y líderes de opinión salieran con urgencia a convencer a la población que “no hubo fraude”. Señalando que la estadística, la aritmética, el álgebra, el método científico y las experiencias ciudadanas están equivocadas, porque la perfección y la facilidad sí existen, se llaman democracia de segundo piso.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.