Mucha de mi feminidad la descubrí con la diferencia que hace la sociedad ante “una mujer sola”. Desde comer en un restaurante, hasta ir al teatro, pasando por bodas y renta de departamentos, pero sobre todo, ante el catastrófico evento de un coche descompuesto.
No hay peor insulto para el gremio masculino que una mujer sepa algo de mecánica (básica y sobre todo por lógica) y que esa mujer se encargue de llevar los coches al taller y pregunte: ¿qué le pasó al coche?, ¿por qué el presupuesto es tan elevado?
Dentro de las muchas posibilidades de respuesta, nunca me esperé el: “mejor hablo con su esposo y le explico”. Enfurecida quise obligarlo a que me explicara a mí, pero ya se había dado la media vuelta. Una parte de mi mente estaba enumerando todas las posibilidades de asesinato y las maneras de cubrir mi crimen. La otra estaba buscando a quién le podía hablar para que se hiciera pasar por mi esposo. El primero que me vino a la mente fue Arturo, le marqué y le dije: “necesito que el mecánico te explique el presupuesto, esposo mío”. Arturo entendió, platicaron, ríeron, colgaron.
Me marcó Arturo: “ya arreglé que te cobre menos, le tuve que decir que estás en tus días y pues, que no entiendes de eso”. Sonreí, porque antes que nada, soy una buena esposa.
@Marilu_Acosta
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