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Por Marilú Acosta

Etimológicamente hablando, democracia proviene del griego demos (δῆμος) que es pueblo, krátos (κράτος): gobierno y el sufijo -ia, que significa cualidad. La democracia es una palabra que describe un gobierno con la cualidad de ser del pueblo. Las palabras no siempre son literales. En los hechos, la democracia ateniense se refiere al gobierno de los demoi (plural de demos). Demoi se refiere a grupos y no cualquier grupo. Los demoi tenían por miembros a atenienses de toda la vida, de padres atenienses, casados con atenienses de padres atenienses, claramente hombres, y ellos decidían el gobierno. Esos eran el gobierno del pueblo. Realmente no se habla de una población general, abierta, sino de una pequeña minoría. Aristóteles (Grecia, 384-322 a.E.C.) consideraba a la democracia como una de las seis formas de mal gobierno.

¿Acabamos de presenciar las elecciones de una democracia? Sí, sin duda. Por un lado tenemos en el discurso la literalidad etimológica de la democracia como un pueblo que elige en libertad a sus gobernantes. Altamente conveniente la palabra pueblo porque es un ente amorfo, que no tiene cara ni nombre, que es tan heterogéneo que se desgarra a sí mismo y se fragmenta. Por otro lado tenemos al demoi, estas agrupaciones que son quienes deciden de facto quien gana las elecciones, quien se postula, cómo se conforman las alianzas y lo más importante, de dónde viene y a dónde va el dinero para las campañas. Finalmente tenemos al ciudadano con una credencial para votar que ejerce su ciudadanía y libertad de ir o no ir a votar. De votar por uno u otro candidato. De sentirse partícipe o alienado del proceso democrático.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.