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Por Marilú Acosta
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Decir que una mujer sería mejor presidenta lo considero tan excluyente como pretender que un líder debe tener la serenidad de la masculinidad. La energía femenina y masculina son complementarias y no hay ninguna actividad terrenal e incluso universal en donde no interactúen y se complementen. Entonces no, no es cuestión de género. Necesariamente debe ser un ser humano, porque no me imagino que ningún extraterrestre quiera presidir un país tan complejo como México, sobre todo porque, a pesar de lo sui géneris, sigue siendo un país predominantemente de terrícolas y vaya a usted a saber si coincidamos en objetivos. Claro, alguien de nacionalidad mexicana, no por nacimiento exclusivamente sino que haya crecido en el país, para poder conocer sutilezas del lenguaje, de la cultura, de los prejuicios y de los aciertos y errores de administraciones previas y sobretodo de la grandeza que aquí se genera, esta debe ser su brújula.

No logro identificar si tener una carrera política sea una ventaja o una desventaja; sin duda es necesario tener una gran capacidad de negociación y de no tomarse las cosas personales. Debería de apostarle a alguien con salud mental, el problema es que si se convierte en requisito, las opciones se reducen drásticamente y quizá esa salud mental haría rechazar el trabajo. Pudiéramos solicitarle un poco de salud en todas sus esferas, mínimo que sea a alguien que conozca la satisfacción y la plenitud, que tenga amistades verdaderas que tengan la confianza de decirle: oye, te estás equivocando.

La seguridad sí es un requisito, aunque disminuyan las posibilidades, es la mezcla de varios ingredientes: sentirse amado por su familia y amigos, saber quién es (sin crisis de identidad al momento de asumir la presidencia), sin culpas porque luego andan queriendo quitárselas sin importarles si ese proyecto, ese discurso, esa política pública es lo que la población necesita; finalmente el entendimiento que los demás por lo general señalaran a los otros, antes de asumir la responsabilidad de sus acciones, es decir el león cree que todos son de su condición y no ande reaccionando ante cualquier provocación.

De aquí nos pasamos al empoderamiento, quien no tiene miedo de su responsabilidad, sabe que puede y este poder no es momentáneo ni basado en un puesto o una infraestructura, es para siempre. Es imperativo que pueda filosofar, porque requerimos que conozca de ética (disciplina de la filosofía que estudia el comportamiento humano y su relación con el bien y el mal, la moral, el deber, la felicidad y el bienestar común). Su juicio de valor no debe ser su brújula, sino entender que dependiendo desde donde se vean las cosas, pudiéramos encontrar lo bueno en lo malo y lo malo en lo bueno, muy a los Yin-Yang.

Porque cuando las cosas son, simplemente son y no hay que complicarse mucho la existencia, cuando lo que es no genera las consecuencias que queremos vivir, hay que cambiar lo que está siendo.

¿Qué cambiaría? Es algo muy simple y también muy profundo y por lo tanto no es cosa sencilla. Nuestro enfoque debe estar en cambiar el sistema paternalista; ojo, no estoy hablando del patriarcado, estoy hablando de convertirnos en una sociedad más madura y responsable. Porque de nada serviría quitar el patriarcado, si continuamos en un sistema maternalista. Sin entrar a un debate conceptual, vamos directamente a los ejemplos.

Necesitamos una administración pública que ponga por encima de absolutamente todo a la salud. Cada una de las políticas públicas debe revisarse a través de la lente de la salud y generar los cambios legales necesarios para tener políticas públicas saludables y nada más. Llamarle por su nombre a las cosas, separar los servicios de salud en dos: servicios de enfermedad y servicios de salud. Unos se encargan de los enfermos crónicos, llevarían un gran gasto presupuestal, la idea es disminuirlo. Los otros se enfocan en sostener la salud, atender bien y a tiempo todo lo agudo, cuesta dinero claro, pero lo que más costaría es crear una estructura disruptiva y procesos innovadores para dar la mejor experiencia para el paciente y sus seres queridos. Es esencial revertir la visión de la enfermedad como la abundancia y a la salud como el riesgo de perder poder y ganancias. El personal de salud necesita una buena sacudida. Tanto el público como el privado requiere poner a la persona en el centro como lo más importante, incluyéndose al propio personal de salud. El respeto debe ser el eje de la relación entre todos. Otro punto es unificar los servicios públicos y privados, así como regular los seguros de gastos médicos tanto públicos como privados.

Y esto, es sólo el comienzo… continuará.
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@Marilu_Acosta

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