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Por Marilú Acosta
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Sigmund Freud (Chequia, 1856 - 1939) plantea que el adulto está limitado por su etapa infantil: nada sucede al azar, tal como lo definen los conceptos metafísicos y filosóficos de determinismo, fatalidad o el inexorable sino (destino). Es decir: infancia es destino, algo como 2 + 2 = 4. Una idea que permite sobrellevar la incertidumbre, alivia la ansiedad de desconocer el futuro. En parte tiene razón, en 2014 se publicó el artículo The Biological Effects of Childhood Trauma (los efectos biológicos del trauma infantil) donde demuestran consecuencias medibles en los sistemas biológicos del estrés (sistema nervioso central, endocrino e inmune), así como en el desarrollo cognitivo y cerebral. Para lo anterior podemos decir: infancia es destino. Sin embargo, en este mismo artículo señalan que sí existen los casos de resiliencia, aunque no son comunes, lo que quiere decir que no siempre infancia es destino.

Parece chiste pero es anécdota: había una vez un costeñito (Macuspana, 1953), un isleño (Almirante Sur, 1994) y una hñähñu (Tepatepec, 1963). El costeñito, es un delincuente que nunca ha pisado la cárcel, descendiente de españoles, con una infancia económicamente resuelta, con varios hermanos y padres comerciantes. El 9 de junio de 1969 Rumbo Nuevo, Diario de la vida tabasqueña publica una noticia: “Dos versiones en torno a la muerte de un menor”. Ante el ministerio público: la víctima se disparó solita. La versión callejera: el costeñito mató a su hermano. Ese mismo día, el Diario Presente consigna: “Extraoficialmente, […] se dejaron escuchar comentarios de personas […] hermano del hoy occiso […] lesionando mortalmente al hermano.” Su familia se mudó de ciudad para no enfrentar las consecuencias.

El isleño tiene dos hermanos, una madre maestra de inglés y un padre conductor de camiones, nació en una población que en 2010 tenía 3,115 habitantes, se describe como “tímido, feliz, con una familia amorosa, hogareño”. Se sorprende hasta dónde ha llegado, porque “soy de Vega Baja, un área pequeña que no es una metrópolis como San Juan que es donde provienen la mayoría de los artistas del género. Eso es lo más sorprendente e increíble de todo esto, yo vine de la nada misma.” Su mamá quería que fuera ingeniero y su papá beisbolista. En 2016, a los 22 años, su primer éxito Soy peor tuvo 300 millones de vistas en YouTube en 10 meses.

La hñähñu nació en un poblado que al 2020 tenía 11,335 habitantes. De niña vendía gelatinas, cosía y buscaba la manera de salir de la falta de seguridad alimentaria, de no tener una casa y de la violencia intrafamiliar provocada por el alcoholismo de su padre, un maestro rural. Desde su pueblo sin secundaria, llegó a la licenciatura en la capital para recibir dos reconocimientos a la Empresaria del Año a los 31 y 32 años de edad.

El costeñito, además de construir una sólida e irrefutable trayectoria de delincuente, se fue con la finta que infancia es destino, cuando pudo haber entendido que no siempre es así nada más de ver la trilogía de María Mercedes, Marimar y María la del Barrio. Sus fechorías son desaseadas, acaba de violar el secreto fiscal de varias empresas privadas con un reporte incompleto, mal elaborado, con errores en montos y que refleja que no sabe diferenciar las personas físicas (humanos) de personas morales (empresas); lo privado de lo público. Se evidenció que cuando él ve una factura piensa que el monto completo se lo puede robar, sin pensar que las empresas de verdad tienen gastos que disminuyen la ganancia neta: insumos, impuestos, IMSS, INFONAVIT, reparto de utilidades, etcétera. Se puede ver que al inicio de su administración, al SAT se le hizo bolas el engrudo por las diferencias entre la declaración anual y los CFDI, entre otras cosas, eso sí, está muy contento de poder concluir que las gelatinas son corruptas. El costeñito tiene 3 juguetes: un tren, un aeropuerto y una refinería (que ninguno funciona), hasta ahora le han costado al país más de un millón de millones. A pesar de que supo sumar dos cantidades que dan casi 1,400 millones, no logró presupuestar sus juguetitos y del costo inicial, se han pasado por más de 600 mil millones. Los 1,400 millones son apenas el 0.1377% de estos gastos del costeñito, el cual con esto demuestra una férrea ineptitud. ¿Por qué no le ponen un alto al costeñito? ¿Por su popularidad? La criminología tiene bien estudiada la popularidad de los asesinos, eso no debería de detener a la justicia. ¡Quién fuera el isleño Bad Bunny, ese sí le puso un alto al delincuente por violación de derechos de autor!

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@Marilu_Acosta

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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