Por Marilú Acosta
Les reto a comenzar este año nuevo sin propósitos. Sin propósitos nuevos, ni reciclados, ni los que surgen por los años cumplidos, por lo que debería de haber sucedido o que debería suceder. Les reto a vivir el 2024 sin expectativas que nos hagan sentir la frustración de no verse cumplidas. Dejemos de lado el futuro y volteemos a ver el pasado y su bagaje. ¿Qué traemos cargando? ¿Qué nos pesa? ¿Qué guardamos en ciertos cajones? ¿Qué nos hace el caminar más pesado? Soltemos. Este 2024 soltemos el equipaje emocional: la culpa, el enojo, la tristeza, el resentimiento y cualquier otra emoción que no esté vinculada al presente. Vaciemos las maletas de expectativas no cumplidas. Analicemos las relaciones que no nos aportan, las que nos duelen, donde no nos valoran. Dejemos de preguntarnos el ¿por qué? Y comencemos a preguntarnos el ¿para qué? Desechemos todo lo que ya no necesitamos, lo que ya no nos pertenece. Primero hagamos espacio para lo nuevo, antes de pedirlo, antes de proponérnoslo. Porque no podemos tener nuevas experiencias si no soltamos las anteriores. Si nuestra mente, corazón y manos están llenas, sosteniendo el pasado ¿cómo vamos a construir nuevos episodios en nuestra vida? Viajemos con ligereza durante el 2024. Sacudámonos, como los árboles, de las hojas de la temporada pasada.
Nuestro cerebro va acumulando anécdotas, traumas, emociones y creencias, a veces se cicla cuando no comprende, cuando busca justicia y le quiere poner raciocinio a lo irracional. La pregunta más dolorosa y menos respondida es ¿por qué? Muchas cosas suceden sin un por qué evidente, con un por qué aparentemente injusto. El por qué drena nuestro poder porque la respuesta no la tenemos, porque depende de otras personas u otros sucesos. La respuesta al por qué puede no satisfacer cuando la obtenemos y en ocasiones no llega nunca. La pregunta ¿para qué? nos regresa nuestro poder, nos corresponde a nosotros encontrarla porque está adentro, la respuesta tiene que ver con el sentido que queremos darle a lo que sucedió y podemos ajustar la respuesta hasta que nos de paz. Lo más irracional y sin sentido encuentra orden después de varios para qués. El para qué genera sabiduría. La sabiduría es ligereza para el presente y luz para el futuro. Las anécdotas, los traumas, las emociones y las creencias que se forman en nosotros pesan cuando se enfocan en el por qué y están sin un para qué, carecen de sentido y se quedan a medio camino. El para qué nos da herramientas de crecimiento, es más ligero porque son pedazos de información más pequeños que toda la anécdota. La sabiduría no necesita volver a contar la historia una y otra vez. No necesita volver a sentir las emociones que provoca la anécdota, ni se siente constantemente amenazada y puede soltar el trauma. El para qué le da la dimensión que le corresponde a lo sucedido.
Darle sentido a nuestro pasado puede parecer sencillo. No lo es. Estamos demasiado acostumbrados a enfocarnos en el por qué. El vínculo que tenemos con el pasado es fuerte, nos da seguridad y algunas veces queremos ver el pasado en el futuro porque inconscientemente pensamos que así tenemos certeza y control sobre la tremenda incertidumbre que es la vida. Podemos seguir escribiendo nuestros propósitos de año nuevo, pensando en todos los que se han quedado en el tintero. Seguir la tradición de proponernos cambiar porque cambia el año calendario y ver pasar los días, las semanas y los meses y no encontrar en dónde apoyarnos para hacer ese cambio. No es que sea un fracaso, no es que no tengamos palabra, no es que nos traicionamos a nosotros mismos. Simplemente es que el pasado nos pesa demasiado y estamos llenos de por qués no contestados y nos faltan los para qués. El cambio no es fácil, depende de nuestras creencias. Las creencias son distintos programas que entran en juego dependiendo de las circunstancias. Son inconscientes y siempre tiene como objetivo nuestra supervivencia. El cambio de creencias requiere de atraparlas en el acto, de observarlas y de romperlas. De generar unas que sean acordes con lo que estamos viviendo. Muchas creencias vienen de nuestra infancia, las aprendimos de lo que experimentamos y las heredamos de nuestras generaciones anteriores. Hay muchas técnicas para trabajar con las creencias.
Que este 2024 sea el año de las páginas en blanco, de las manos vacías, de los corazones ligeros y de las mentes flexibles. ¡Feliz año nuevo!
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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