Por Marisol Rumayor
Por todos lados, en redes sociales, medios de comunicación y discursos oficiales, se repite la magnética frase: “¡Es tiempo de mujeres!”. Esta afirmación nos hace sentir orgullosos, progresistas y a la vanguardia. A primera vista, las cifras de representatividad política en México podrían respaldarla: tenemos a la primera mujer Presidenta de México, 13 mujeres gobernadoras (incluida la Jefatura de Gobierno de la CDMX) y un Congreso Federal con paridad casi perfecta: la Cámara de Diputados está conformada por 50.8% de hombres y 49.2% de mujeres, mientras el Senado de la República cuenta con 51% de mujeres y 49% de hombres.
Son noticias que inspiran y representan avances históricos. Sin embargo, desde mi experiencia como emprendedora —y la de cientos de emprendedoras y empresarias que me honro en conocer—, a veces nos sentimos ajenas a ese supuesto “tiempo de mujeres”.
Parece un dogma de fe: se proclama, pero millones de mujeres no lo vemos reflejado en nuestra vida diaria. ¿Por qué, si se supone que es nuestro momento, seguimos sintiéndonos desprotegidas, con pocas oportunidades laborales, escasos apoyos para cerrar brechas en el sector empresarial y un temor constante ante la inseguridad?
¿Por qué sentimos, paradójicamente, que justo ahora que se habla tanto del “tiempo de mujeres”, se nos escucha menos?
Las cifras, que nunca mienten, confirman este contraste. Te presento 5 datos que nos harán reflexionar:
- Dependiendo del sector y nivel de calificación, la brecha salarial entre hombres y mujeres en México oscila entre 8% y 16%. Además, conforme avanzan los niveles jerárquicos, la presencia femenina disminuye y la brecha aumenta. El llamado Motherhood penalty es tangible en empresas sin políticas efectivas de conciliación familiar. Apenas el 25-30% de los puestos directivos en el país están ocupados por mujeres.
- El 76% de la Población Económicamente Activa (PEA) masculina está empleada, mientras que apenas 46% de la femenina lo está, revelando una disparidad de casi 30 puntos porcentuales.
- En 2022, las startups de América Latina fundadas por hombres recibieron 13,100 millones de dólares de inversión, frente a solo 38 millones de dólares para emprendimientos liderados por mujeres, menos de 1% del total. Estas cifras evidencian brechas profundas, la persistencia de techos de cemento y un doble discurso en el ecosistema de innovación y financiamiento.
- Siete de cada diez mujeres mayores de 15 años han sufrido algún tipo de violencia. Cada año se reportan al menos 1,000 carpetas de investigación por asesinato de mujeres, sin contar los casos no denunciados o mal clasificados.
- Aproximadamente el 36% de las micro y pequeñas empresas pertenecen o son lideradas por una mujer. Sin embargo, el 60 a 70% de las empresas encabezadas por mujeres opera en la informalidad, lo que significa, entre otras cosas, que el empleo que generan también es informal y, en muchos casos, precario.
A pesar de la mayor representación política y de algunos avances, estamos muy lejos de cerrar la brecha en oportunidades laborales, empresariales, financiamiento, seguridad y reconocimiento. Por un lado, se exhiben logros o se anuncian acciones en foros y eventos; por el otro, millones de mujeres continuamos en un contexto de desigualdad, violencia estructural, falta de apoyos concretos y sin una agenda real para entender y atender la problemática multifacética que enfrentamos.
Para que el “tiempo de las mujeres” no sea solo de dientes para afuera, se necesitan políticas transversales y acciones colectivas que vayan más allá del discurso. Cada persona, institución, empresario, docente, hombre y sobre todo cada mujer, en posición de liderazgo político o empresarial, debemos comprometernos a generar un entorno con más oportunidades, seguro, propicio y nutritivo, donde las mujeres podamos prosperar.
¿En qué punto estamos como sociedad si celebramos la llegada de más mujeres al ámbito político, pero seguimos permitiendo o practicando condiciones desiguales y violencia endémica?
¿Cómo asimilar que las escasas acciones afirmativas que se anuncian —como destinar un 10% de las compras gubernamentales a empresas encabezadas por mujeres— no se concreten o se diseñen “en lo oscurito”, sin tomar en cuenta la opinión de las mujeres empresarias?¿O qué pensar cuando esos anuncios se diluyen o se ven opacados por nuevas cargas fiscales o falta de incentivos a la formalidad y la innovación, como el reciente incremento al Impuesto sobre nómina ISN en la CDMX?
Nosotras, las emprendedoras y empresarias, que nos esforzamos por generar empleos, innovar, contribuir nos preguntamos: “¿Dónde está nuestro carril o nuestra ventanilla? ¿De dónde nos apoyamos para crecer, innovar y generar empleos formales, bien remunerados?”
¿Por qué, si las cifras son tan elocuentes en temas como inclusión laboral, formalidad empresarial, precariedad laboral y brecha salarial, no hay acciones claras y contundentes para equilibrar la cancha o al menos mitigar esta realidad?
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