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Por Martha Carrillo

Hace unos días se globalizó el término “piquito” en varios noticieros, programas de televisión y en redes sociales al viralizarse esta forma de definir un beso robado. Ante esto se desató una serie de comentarios como “de qué tanto es tantito”, “qué más da un besito”, “ni que fuera para tanto”. Pero más allá de las personas que encarnaron este popular “piquito” yo te pregunto: ¿alguna vez alguien te robó un beso en circunstancias no deseadas? ¿Alguien te robó un beso haciendo uso de su rol de autoridad ante ti? ¿Alguien te robó un beso sin que mandaras ninguna señal de que tú lo aceptarías? Desconozco tu respuesta, pero está conducta es mucho más común de lo que se dice.

Yo sé que un beso robado puede ser muy romántico, que cuando te lo roba aquella persona por la que  sientes mariposas en el estómago, que si te lo da ese ser con el que compartes un interés amoroso puede llevarte al espacio sideral, pero cuando no es así, causa malestar, repulsión y vulnerabilidad. Y ante la sorpresa del momento puedes reaccionar de mil formas: rechazándolo, aventándolo, dándole una bofetada o incluso sonriendo, haciendo como que no pasó nada o evadiendo, porque la sensación interna puede ponerse mil máscaras para no hacer público los sentimientos que causa el abuso del que se es víctima. Y más, cuando el que lo robó pone cara de “fue una broma”, “un pequeño atrevimiento”, “un detalle sin importancia”.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.