Por Martha Ortiz
Aprovecho esta columna para hacer una pequeña semblanza de las piñatas, las virtudes, los pecados y su idilio con la manzanita de invierno: el tejocote.
Me refiero primero a la hermosa artesanía colgante concebida a manera de estrella, suspendida en el cielo por un sencillo mecate. Las piñatas se visten osadamente con cartulina brillante y papel de china delgadito y despeinado, de colores contrastados, en una combinación perfecta, bella y mexicana.
Las piñatas —que pienso son de naturaleza femenina de alguna manera impuesta, ya que implican un sacrificio de quebranto y alguna idea patriarcal impuesta— poseen por naturaleza siete picos que representan cada uno de los pecados capitales: la pereza, la soberbia, la avaricia, la lujuria, la envidia, la gula y la ira. Confieso que detesto la mentira y, cuando las mando a hacer con extraordinarios artesanos y artesanas, las pido de seis picos, porque vivo de uno de ellos (la gula y el placer que provoca en la lengua), el espíritu y un cuerpo que se estremece de placer.