Por Melissa Ayala

Este primero de septiembre coincidieron dos aglomeraciones que representan el estado en el que se encuentra nuestro país.

Por un lado, miles de estudiantes universitarios, acompañados por integrantes del poder judicial de la federación y por sus profesoras, profesores, exalumnas y exalumnos, salieron a exigir que se detenga la reforma al poder judicial. Por las calles de todo el país se escuchaban consignas que hablan de la importancia de contar con personas juzgadoras imparciales, competentes que no sean seleccionadas mediante voto directo o tómbolas. Vimos a estudiantes de la UNAM, de La Salle, del ITAM, de la Libre de Derecho, del CIDE, de la IBERO, entre otras universidades, demandar una reforma que acerque la justicia a quienes más lo necesitan, una reforma construida tomando en cuenta todas las voces; en resumen, una reforma basada en evidencia, no una simulación mal hecha y mal planteada.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.