Por Melissa Ayala
Marchar con mis amigas y con mi hija cada 8 de marzo se ha convertido en una tradición.
Nos preparamos con cartulinas, brillantina y plumones para armar nuestras pancartas y corear las consignas feministas que gritan nuestras compañeras. Este #8M fue profundamente especial para mí porque por primera vez sentí que mi hija entendía por qué estábamos marchando. Todo empezó cuando llegamos a Torre Mayor para reunirnos con el contingente de Opinión 51. Cuando mi adorada Stephanie Lewis me entregó mi playera, Consuelo Sáizar abrazó a mi hija y pidió un aplauso por ser una heroína, por estar ahí lista para marchar con su gorra de Hello Kitty y su cantinflora colgando, por ser nuestro futuro.
Estuvimos un rato en el piso 51 y cuando nos dijeron que era momento de bajar a integrarnos a la marcha, Victoria, mi hija, me dijo que todas ahí habían sido muy amables, que la habían tratado con mucho amor. Para mí eso habría sido suficiente, enseñarle que existen espacios donde siempre será bien recibida y tratada con amor, respeto y empatía.
Conforme fuimos avanzando en la marcha Victoria me hizo preguntas y realizó comentarios que me hizo darme cuenta de lo duro que puede llegar a ser tener 8 años en este país y marchar cada 8 de marzo. “Mamá, ¿quién es Lesli y por qué ese cartel dice que no están todas y nos falta ella?”, “mamá, ¿por qué esa cartulina dice yo soy la maestra de la niña que no tocarás?, “mamá, ¿qué significa violar?”. Me tocó responder estas preguntas lo mejor que pude en medio del “el que no grite es macho”.
Llegó un momento en donde las mujeres delante de nosotras levantaron el puño y pudimos ver que ahí estaba el señor José Luis Castillo Carreón, papá de Esmeralda, quien desapareció en Ciudad Juárez en el 2009. Una por una las chicas se acercaron a abrazarle y decirle que no estaba solo. Ver esto me llenó el corazón, y es que estar juntas tiene ese efecto. Saberte rodeada de un grupo de mujeres que están ahí para exigir justicia, para exigir que nos permitan vivir, mujeres y amigas que están ahí porque estamos hartas de vivir con miedo.
El día de ayer fue un día de lucha y de protesta, de cartulinas llenas de memes, de cultura popular, de dolor, de bromas, de risas, de complicidad, de saltos, de lágrimas.
Porque eso es ser mujer en este país: aprender a florecer en medio del miedo y del dolor, encontrar el gozo y las ganas de bailar con todo y pérdidas.
La unión hace la fuerza dice el dicho, y es tan cierto que solo hay que voltear a ver cómo actuó el Estado ayer. Porque ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven, ahora que nos tienen miedo y nos mandan a la policía, y protegen sus monumentos y sus edificios, ahora que estamos juntas exigiendo que nos dejen de matar, que se escuche fuerte y claro: no se va a caer, lo vamos a tirar.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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